Cuando un amigo se va

En diciembre de 2002, por primera vez en la Historia, un miembro del Gobierno francés participó en el Senado español en un homenaje a las víctimas de ETA. Nicolas Sarkozy, entonces recién llegado al Ministerio del Interior, lo tenía clarísimo: había que ayudar a José María Aznar a acabar con el terrorismo de esa banda.

Así me lo explicó en una entrevista a EL MUNDO: «Todas las democracias están preocupadas por el terrorismo. Todas. Cuando uno es un demócrata, uno lucha contra el terrorismo sin preguntarse de qué tipo se trata. Las Torres Gemelas cayeron en Nueva York, pero podían haberlo hecho en Londres, en Madrid, en Fráncfort o en París. El combate de la democracia es un combate mundial contra el terrorismo, ya sea de ETA, islámico, o de la naturaleza que sea».

El encuentro tuvo lugar en la sede del Ayuntamiento de Madrid, donde AlbertoRuiz-Gallardón tuvo la gentileza de cedernos un despacho. Su prima, Cecilia, tataranieta del maestro Isaac Albéniz, era entonces la segunda mujer de Sarko. Ella lo organizó todo: el cómo y el cuándo, y de alguna manera hasta las respuestas (recuerdo que Sarkozy buscaba siempre su mirada en busca de amorosa aprobación).

A partir de ese lluvioso día de diciembre en Madrid, la historia es conocida. Primero desde Interior y después desde la Presidencia, Sarkozy ayudó incondicionalmente a los gobiernos de España en su fructífera lucha contra el terror. Diez años más tarde, una agonizante ETA ha dejado de encontrar refugio en Francia, y Sarzkozy recibió el pasado enero uno de los mayores agradecimientos del Estado español: el Toisón de Oro, de manos del Rey Juan Carlos en el Palacio Real.

Ayer por la tarde, ese amigo de España empezó a irse del Elíseo. Tiene 57 años, un ego inversamente proporcional a su tamaño físico y ha cumplido el sueño que me describió hace 10 años: «Llegar a ser el número uno». ¿Cómo se recibe en Madrid la llegada de François Hollande? Según con quién hablaras y qué periódico leyeras, surgió la tesis de que la llegada de Hollande sería buena para Mariano Rajoy porque ayudaría a flexibilizar la teutónica postura de Angela Merkel en cuanto a austeridad.

La realidad es que los alemanes ya están convencidos de esa necesidad. El advenimiento de Hollande ha acelerado lo que ya en marzo pusieron en marcha a través de una carta conjunta 15 primeros ministros, Rajoy incluido. La importante intervención de Olli Rehn el sábado en la Universidad Libre de Bruselas así lo certifica. El Ecofin que se reúne ahora en mayo lo pondrá en práctica.

Astutamente, Hollande ha hecho suyo un movimiento que ya estaba en marcha. Por eso, a partir de hoy, el nuevo poder popular en España sólo puede «hacer de la necesidad virtud». Claro que el PP hubiera preferido que ganara Sarkozy, a pesar de que el gaullista insistía en criticar a José Luis Rodríguez Zapatero y eso empezaba a exasperar a más de uno. El ex presidente está amortizado: repetir ahora a diestro y siniestro lo mal que está España debido a su catastrófica gestión sólo sirve para eso, para recordar… ¡lo mal que está España! Lo que menos gusta al Gobierno es que el nuevo Elíseo permita a Alfredo Pérez Rubalcaba capitalizar la cara amable de Hollande frente a la antipática de Merkeljoy.

Con efecto inmediato, sí, la desaparición de Sarkozy puede permitir a Rajoy meterse en unos zapatos que no son suyos. Pero por muy mal que se lleven Merkel y Hollande (y está por ver) es Francia la que con Alemania hace girar las ruedas del motor europeo. El europeísta Hollande, que idolatraba a JacquesDelors, no tardará en encontrar la manera de coquetear con Merkel. La diplomacia europea sabe cuánto se desprecian los supuestos gemelos Sarkozy. Rajoy como sustituto del líder conservador francés en la estela europea será pues efímero. Habrá llegado entonces la hora de hacer nuevos amigos.

ana.romero@elmundo.es