Ventas y Sol

En Antena 3, cada mayo, Platanito me recuerda que llega la Feria y me da los carteles de mano. «Este año no vale na. No torean ni El Juli ni Ponce ni José Tomás». Ahora, Blas Romero nos vende lotería, pero en los años 60 fue figura de Vista Alegre. Lo avisa el proverbio: a la puta y al torero a la vejez los espero. Aquel muchacho que se educó en el correccional de Olivenza me recuerda la hecatombe de Las Ventas, donde se degollarán más de 200 toros como sacrificio a Isidro, santo mozárabe, pocero y vago. Este año, la alcaldesa ha adelgazado el presupuesto pero habrá un epílogo, Fiesta del Arte y Cultura, en honor a Hemingway, que inaugurarán Botella, Esperanza y Vargas Llosa.

Voy al hotel Wellington, hotel taurino -el otro es el Victoria, donde se vestía Manolete-: «Lo mismo que un olivo, en el desprecio, en el esfuerzo y en la melancolía, esencia y decencia», decían los poetas. He quedado con Sebastián Palomo, al que tantas tardes seguí, con el que burlé en la avioneta junto a El Cordobés en los tiempos que a la Corte nos trajeron la mocedad y los pies. No está el patio para ir a ver vestirse a los toreros poniéndose las medias geranio junto a las lamparillas. No está Madrid para fiestas y este San Isidro se anuncia alborotado. Los indignados intentaron el otro día colocar una pancarta -Punto Sol- detrás de la estatua de Carlos III, pero lo impidió la Policía.

Me voy con Sebastián a la Casa del Reloj, El Matadero, Paseo de la Chopera. En España apenas se tolera que se haga una cosa bien; imagínense si a Palomo, triunfador como torero, le van a considerar un gran pintor, pero él no quiere vivir de los recuerdos y ha tomado el nuevo oficio con tanta pasión como el toreo.

Un big bang de ritmo, en la estela de los maestros españoles del abstracto, una explosión de colores, una paleta salvaje. «Viola no, ni El Paso: Kandinski, Kandinski». Sigue el lema de Picasso: «Pintores hay que transforman el sol en mancha amarilla, pero hay otros que con la ayuda de su arte transforman una mancha amarilla en un sol».

Como lo han paseado por su divorcio, tengo que decir que no quiere terminar como la puta y el torero. Nos acompaña una de las mujeres más poderosas e interesantes de Venezuela, Lilia López. En España le dicen torero al que tiene éxito con las mujeres, pero a Palomo se le ha ido la primera mujer y se ha reencontrado después de 40 años con Lilia, que sigue enamorada de él, en un fulgor parecido al de Pepe Dominguín y Odette, que esperaron toda la vida para reencontrarse.

Odette le puso a Pepe una plaza de toros en Guatemala; Lilia le ha puesto a Sebastián un castillo, el que fue de Díaz Ferrán, El Alamín, en Toledo.