Los normales profesionales

Santiago González ha deconstruido en su blog, con esa capacidad tan suya de capturar lo evasivo, la entrevista a Patxi López en Gara. Se recomienda un vistazo. Para uno, lo más inquietante es la norma social en la que se apoya el lehendakari para relacionarse con los demás y ordenar la vida pública. En un extremo, está su anhelo de que Otegi, preso por pertenencia a banda armada, recupere cuanto antes su espacio de integración entre los vascos, que no entienden su condena, lo cual le basta para refutar el Derecho y subordinarlo a pulsiones populistas y cálculos políticos: ¿por qué no decidir excarcelaciones de terroristas mediante mensajes sms de parroquianos de las herriko-tabernas? En el otro extremo, está la vehemencia con que se ufana de no haber asistido al entierro de Fraga, y no como otros. Como si hubiera sido ahí, en Perbes, donde se juntó un muestrario de la gente verdaderamente tóxica, inmoral e imposible de integrar en el porvenir bucólico siempre demorado por una minucia como los asesinatos.

Es probable que López, sintiéndose depositario de una misión, sufra la tensión propia de cuando resulta muy difícil lograr que la realidad se someta a sus interpretaciones. Cuanto dice es un ejemplo claro de la relativización de hechos y caracteres con la que se está tratando de blanquear la coartada política de ETA. Hasta que se cumpla el propósito expresado en entrevista por Antigüedad, esto es, que las madres de asesinados y de etarras presos o muertos puedan sentarse en una misma mesa reconociéndose iguales en un mismo dolor provocado por una razón exógena, casual, ajena a la decisión de asesinar de unos criminales.

Si este discurso no escandaliza es sólo porque la fatiga de la sociedad civil sugiere que merece la pena rendir principios que fueron innegociables en los años de las manos blancas, y que sólo la interrupción de los atentados es algo por lo que ya tendríamos que estar tan agradecidos que su regreso sería imputable sólo a nuestra cerrazón, liberando de culpa a quienes los cometieran. Así, volvemos a rozar una inversión de valores según la cual son los abertzales y los terroristas los que merecen el esfuerzo de políticos democráticos, y éstos los que han de demostrar que tienen derecho a participar en el futuro y a que López se avenga a acudir a sus entierros. Contemplado a escala, este examen inverso de pedigrí democrático se hace nítido en el Parlamento, donde va cuajando la idea de que son los normales profesionales de Amaiur los que determinan el principio de convivencia y rutina democrática. Y que por tanto serán quienes nos les acojan con entusiasmo y colegueo los trogloditas culpables de que vuelvan a sentir un rechazo que fluya hacia la pistola.