Las formas

Ministros salientes y ministros entrantes. Traspaso de poderes. Traspaso del poder. Y de las carteras. Grandes y pesadas. El periódico publicó una amplia galería de fotos del momento crucial y reglado del relevo en el mando.

Sonrisas, apretones de manos, miradas a los ojos, miradas a cámara. Incluso abrazos estrechos, Soria y Sebastián. Buen rollito. Cortesía y amabilidad. Cordialidad. Buenas formas.

¿Pero no eran estos mismos enemigos o -si se quiere- rivales acérrimos hace 10 minutos? Lo eran. En el escenario político y ante los focos y libretas que registraban debates a veces agrios y tiradillas envenenadas. Tampoco son ahora amigos íntimos ni amigos para siempre. Saben, quizás, unos y otros, que los ganadores de hoy serán los perdedores de mañana, del mismo modo que los ganadores de ayer han sido los perdedores de hoy. Eso les une. Un hilo sutil.

La entrega de la blindada cartera -¿hay algo dentro de la cartera?, ¿no tendría ya que ser un portátil?- siempre parece, en la imagen fija, como la entrega de un premio, de una placa, de una copa al ganador.

Es el mejor momento del ganador, del elegido. Nunca volverá a vivir un momento igual. A partir de mañana, empezarán las críticas, las dificultades y los disgustos. Lo sabe muy bien el que sale -que pasó por el mismo trance dorado- y lo sabe -seguro- el que entra. El que sale no llora ni patalea, quizá porque, cumplida su etapa y saciado de la gloria que algún día lejano ambicionó, se siente liberado, contento, radiante por desprenderse de esa rígida cartera, blasón de poder y bola de presidiario.

Al ver estas fotografías, habrá quien piense: compadreo, turnismo, unos y otros son los mismos, bipartidismo de disimulo, toma y daca escenificado, cambiar para seguir igual, te quitas tú y me pongo yo (y hasta la próxima), los mismos perros con distintos collares…

Bueno, no es exacto. Es lo que tiene la democracia, que es cosa de moderados que discuten, pero que, cuando toca, se ceden el paso. La democracia es un reglamento de convivencia que, desde luego, excluye a quienes creen que lo deseable sería poner boca abajo el barco en el que navegamos todos.

Ha de haber confrontación, disputa de ideas e intereses, debate. Pero parece que no hemos inventado la correcta vuelta total de la tortilla sin que nos abrase el aceite de la sartén y sin que perdamos el control sobre el mango de la sartén misma.

Así las cosas, las formas son importantes. La cortesía que se desprende de esas fotos es civilizatoria. Es civilización. Las propuestas alternativas a este ritual son dignas de consideración, pero, por otra parte, esa sonriente afabilidad entre opuestos es, por un día, un bálsamo frente a la crispación, el mal modo y la nota gruesa que tantas veces se percibe en la calle visceral, soliviantada. Y no me refiero a las protestas o manifestaciones, ingrediente de la democracia, sino a los exabruptos y las vaharadas de los temperamentos sanguíneos, de los tendenciosos con hipertiroidismo ideológico, del sarpullido sectario.