Nueva era

Parece que fue ayer, pero también habrían podido pasar algunas décadas desde que José Luis Rodríguez Zapatero cerró sus dos legislaturas con una investidura que no era la suya propia. Había en su cara una expresión ensimismada y leve sonrisa, casi gioconda, acompañada por un rictus de amargura. El candidato le dedicó sus últimas palabras, buenos deseos y un mensaje de respeto: «Yo creo que usted acertó y se equivocó, como todos, pero usted ha tenido un gran honor: el de ser presidente del Gobierno de su país, de España, y yo así lo veré siempre». En aquel único momento, la sonrisa se le distendió y el rictus mudó en gesto casi afable. Aquel hombre debía de masticar la paradoja: el único reconocimiento no venía de sus 110, sobre los que él sigue siendo secretario general, sino precisamente de su adversario en los últimos ocho años.

Zapatero cruzó el hemiciclo para ser el primero en felicitar a Mariano Rajoy y lo consiguió por poco, seguido por Rubalcaba. Mientras se retiraba, triste, solitario y final, tuvo ocasión de ver el dulce sabor del éxito: junto al escaño que hasta ayer ocupó Rajoy, aglomeración de diputados populares. También se acercaron a felicitar bastantes ministros salientes: Jáuregui, Pajín, Garmendia, Gabilondo, Blanco y Aguilar, aunque con más desinterés: no es probable que cuente con ellos para formar su equipo. Madina salió del hemiciclo entre los primeros, acompañado por Elena Valenciano. Después se lo debió de pensar mejor y lo felicitó por Twitter.

No se había visto besahuevos semejante desde el final de la primera parte de El Padrino, cuando, tras la muerte de Don Vito, todos los miembros de la familia acuden a ofrecer su respeto a Michael Corleone. Era el remate adecuado para una segunda jornada en la que don Mariano afirmó su autoridad. El lunes había ejercido con suavidad y eficacia. ¿Cómo iba a emplearse con acritud Rubalcaba contra quien le acababa de dar «una manita de yogur en los huevos», que habría escrito el maestro Umbral?

Ayer sacó la mano de las bofetadas. Contra el batasunoAntigüedad, qué gran pleonasmo el de su nombre, pero también contra el solitario de Compromís y Rosa Díez, que le provocó reivindicando la reforma de la Ley Electoral y energía en la lucha contra la corrupción; quizá también con un tono de voz algo elevado para lo que el caso requería. Hubo rarezas. Los diputados socialistas vascos votaron en contra. En cambio, los nacionalistas se abstuvieron: los del PNV porque van a ser consultados sobre lo que cuelga en esta paz definitiva, pero reversible (Txusito dixit), mientras los populares vascos apoyan al lehendakari sobre un compromiso programático circunscrito a la política antiterrorista.

De Alonso a Alonso, el portavoz popular tuvo un buen estreno, si bien su antecesor le había dejado fácil el lucimiento. Y no necesitó meterse con el mayor partido de la oposición. Ayer, Zapatero empezó a hacerse un hueco evanescente en los manuales de historia. Lo que tenemos por delante, cuando Rajoy diga de dónde, no nos va a dejar tiempo para añoranzas.