Fiscal y juez, a palos

Se dijo que cada nueva tecnología es una filosofía. Internet está cambiando el método de pensar y las tácticas de la agitación política. La televisión y las redes sociales son la nueva guillotina contra la Monarquía y suponen una cacería de banqueros, constructores y contables de los partidos. La gente vive cableada en el estrépito y la comparecencia de un político de altura o de una infanta, que se refleja en un subidón de las audiencias.

A pesar de que el paseíllo hasta el juzgado se ha convertido en una caza de brujas mediática, la Infanta debe afrontarlo, con sonrisa borbónica. Doña Cristina me recuerda al retrato que hizo Fernando del Pulgar de Isabel la Católica. No en eso de los ojos entre verdes y azules o la cara fermosa y alegre, sino en esta cita: «Amaba mucho a su marido, e celábalo fuera de toda medida».

El juez la ha imputado y es muy posible que ella no supiera nada de las tropelías de su maromo, pero hay una figura jurídica que se define como «partícipe a título lucrativo». Podía no saber nada de lo que hacía su marido pero, según los indicios, se aprovechaba de la panoja.

Le han aconsejado: con los periodistas, mejor que no hable; con el juez, el fiscal, los abogados, los acusadores, que hable. Pero mintiendo si es necesario porque está en su derecho. En la sala va a tener un amigo ausente, el ministro de Justicia, y un fiscal presente, Antonio Horrach.

Antonio Horrach, fiscal Anticorrupción de Baleares, presume de no sucumbir ante las presiones mediáticas ni populistas. Menos lobos, señoría. Quizás tenga más miedo a sus superiores que a las cámaras, porque en su alegato de 4.500 palabras está preparando su propia coartada.

Acusa al juez de urdir una teoría conspiratoria contra la Infanta, pide más pruebas, «teme» que la declaración de la Infanta verse sobre reproches éticos y no sobre delitos, se sorprende de que el juez ponga en duda la honradez de la Agencia Tributaria.

Uno se queda pasmado al presenciar la riña entre un juez y un fiscal en medio del plató. Yo siempre había pensado que el fiscal debe velar por la independencia del magistrado y no convertirse en su azote, pero no hay que sorprenderse por nada cuando andan enredando tantos poderes fácticos.

Sospecho que juez y fiscal están preparando a la opinión pública. Horrach quiere que se sepa un día: eso ya lo dije yo. Después de terminada la instrucción llegará el Auto de Transformación que se trasladará a las partes. Poco más de una semana después se propondrá juicio oral a la Audiencia Provincial. El abogado del Estado y el fiscal dirán que no hay motivos para acusar a la Infanta, ni para que se siente en el banquillo. Y el juez se la envainará.

¿Todo esto es teatro o acuerdo entre armiño y puñetas? Cualquiera lo sabe. Lo que sí parece claro es que sólo con la acusación de Manos Limpias, aplicando la doctrina para los poderosos, de la que tanto se habla, u otra doctrina que se inventen, se rondará el sobreseimiento y la Infanta quedará libre.