Violencia

EL ALCALDE de Burgos ha decidido paralizar unas obras que su ayuntamiento había aprobado. La razón es la violencia que grupos de manifestantes utilizaron el pasado fin de semana, en protesta por las obras. Sin la violencia un problema municipal y espeso no habría llegado a los telediarios, yo no estaría escribiendo esta columna y las obras habrían seguido adelante. La violencia sirve. En especial cuando puede ser filmada.

Si ayer fue Burgos, anteayer fue Hamburgo. Y hace un par de veranos, Londres. En Burgos estuvo implicado un bulevar. En Hamburgo, un centro cultural. En Londres aún se está buscando la implicación y sólo se sabe que un grupo numeroso de pijos decidió, simplemente, que ya estaba bien y pasó a la acción. La causa de la violencia es la violencia. Una áspera tautología. Pero es evidente que lo único en común en Burgos, Hamburgo y Londres es el activismo de jóvenes, mayoritariamente varones, entre los 18 y los 25 años, alentados por el grupo y cargados del habitual furor testosterónico y algo de drogas. Esos episodios se han convertido en un rito de paso para un buen número de jóvenes y la democracia debe asumirlo de una manera resignada y eficaz, tratando de que la policía, que es la respuesta básica que puede darse y que los violentos buscan, proteja los intereses generales de los ciudadanos al tiempo que practica una disolución fría de las algaradas.

La metaforización de la violencia no debe extrañar. Aún hay quien ve en el asesinato de Kennedy el fin de Camelot y en el de Carmen Broto el tiro de gracia de la Guerra Civil. Ahora hay quien ha visto en Burgos el malestar español y el diputado Llamazares ha visto incluso la revolución, lo que es comprensible porque se trata de un comunista ya mayor que no ha visto ninguna. La fabricacion del sentido, el make sense, es una de las falacias principales del periodismo y de la política, tantas veces falacias en sí mismos. Ante la cruda y vulgar realidad biológica que rompe escaparates y levanta adoquines los vecinos de Burgos buscan un ennoblecimiento de la batalla. Se comprende, pero es pura fábula.

El problema más grave de estos días en Burgos no es el bulevar ni los incidentes. Una ley no escrita dice que la violencia paraliza automáticamente cualquier negociación sobre cualquier cosa. Pero en Burgos la violencia ha paralizado las obras. Y con ellas la democracia, esa autoridad.