El odio a los afines

ES NORMAL que un votante le coja manía al político que traiciona su programa electoral y, con él, su confianza. Si lo votó para una cosa y hace la contraria, su animadversión está más que justificada. Lo raro es que sea el político el que le coja tirria al votante cuya confianza traiciona. Y, sin embargo, es lo que suele pasarle a la derecha española en general y a Rajoy en particular. Si Mariano no muestra gran aprecio por el género humano, al elector que con su voto lo ha llevado al Poder le guarda profundísimo rencor. Y si encima se queja, odio africano. En vez de disculparse, lo agrede; en lugar de pedir perdón, le pide cuentas y, si se tercia, lo abronca.

Ya pasó en tiempos de UCD, cuando una facción del partido, encabezada por Fernández Ordóñez, se pasó al PSOE; y su propio creador Adolfo Suárez se hizo de centro-izquierda y entró en una internacional progresista donde estaba hasta Arafat. Pero ni la Derecha lo volvió a votar como en el 77 o el 79 ni la Izquierda le perdonó haberle ganado en la Transición y en las urnas. Aznar reconstruyó la Derecha desde la oposición pero a partir de AP, que se mantuvo fiel a sus votantes y a los de UCD («la mayoría natural» de Fraga) o no les fue demasiado infiel con el PSOE. Pese al influjo del Profesor Bacterio Arriola, Aznar nunca cayó en el gran error de UCD: el odio a su base electoral.

Rajoy, en cambio, parece empeñado en reeditar el desastre ucedeo. Y extiende esa animadversión a su base sociológica a los partidos con los que podría gobernar, que, por lo indecente, son los socialistas y los comunistas; pero, por lo decente, sólo pueden ser dos: UPyD y Ciudadanos. Ya hemos comentado aquí alguna vez el estilo machista y perdonavidas que el presidente del Gobierno reserva a Rosa Díez en las Cortes. Pero lo que ha hecho ahora con Albert Rivera es todavía peor. A la carta del líder de Ciudadanos pidiendo un encuentro y un acuerdo de fondo contra el separatismo catalán, Rajoy le ha contestado remitiéndole a Sánchez Camacho, que, por lo visto, es la que está a su nivel. Pero Rivera triplica ya en las encuestas el voto al PP catalán. ¿No sería más razonable dedicar a los aliados posibles la mitad del tiempo que pierde con Durán i Lleida? No sería Rajoy, pero el PP no recordaría tanto a la UCD.