Dos naufragios

Dos memorables naufragios marcan desde hace tiempo la transformación de Cataluña. El naufragio del PSC y el naufragio de Convergència. La pérdida de influencia de la falsa intelectualidad de la izquierda y la inhibición de la burguesía catalana.

Pese a la infumable comedia que se ha hecho con el 10º aniversario de la muerte de Manolo Vázquez Montalbán, nadie en Cataluña le lee ni le reivindica, salvo los que formaron parte de su mismo hundimiento. Es una muy gorda mentira la vigencia que se le ha querido conceder en los múltiples reportajes que sobre él se han publicado estos últimos días.

El antiguo ímpetu burgués, que sustituía con su formidable musculatura la falta de inversión pública, ha desaparecido por completo y hoy sus réditos crían en Suiza. La última empresaria catalana fue Mercedes Misol, que en 1994 hizo la clínica Teknon de Barcelona, vendida justo la semana pasada por 250 millones de euros; y Montalbán nunca entendió lo que es el libre mercado, ni la libertad. Convergència, como La Vanguardia, perdió su sentido y son simples tramas de poder. El PSC está siendo superado por Ciutadans, que tiene una idea mucho más nítida de España y que, con su «regeneración democrática», resulta bastante más creíble que aquellos «100 años de honradez» del partido de los ERE y el Faisán.

El drama de Cataluña no es que «Espanya ens roba», sino que sus empresarios no invierten en el país, y un país no es nada sin sus empresarios. Hay que decir que la abrasiva política fiscal no ayuda demasiado y que las administraciones hacen un uso mucho más mediocre del capital. Pero en cualquier caso, la burguesía catalana es hoy una llamada perdida. El primer ferrocarril ibérico, entre Barcelona y Mataró, se construyó en 1848 gracias al empeño de Miquel Badia, que ante el desinterés del Estado buscó inversores ingleses para realizar su proyecto. El parque de atracciones del Tibidabo, creado en 1901 por el farmacéutico Salvador Andreu, es desde el año 2000 de titularidad pública y un intenso monumento a la vulgaridad.

El PSC se hunde en las encuestas y, con él, el victimismo paria de unos intelectuales que, como Montalbán, en nada acertaron y vivieron cínicamente de lo que criticaron. Convergència, sin una burguesía real que la respalde y le dé sentido, ha robado para financiarse, ha robado todavía más para comprar a periodistas y medios de comunicación, y en su intento de rejuvenecer, practica esta parodia del independentista con sus expectativas electorales descorriéndose como el maquillaje de Aschenbach al final de La Muerte en Venecia.

Que La Vanguardia, que presume de ser el diario de la burguesía, sea el periódico más subvencionado de Europa, lo dice todo. Que a Montalbán ya no le lea nadie marca el fin de una era.

Cataluña está estancada entre dos cadáveres. El PSC no tiene remedio y ERC no va a caer en la ridícula trampa de Mas de presentarse en una lista conjunta a las europeas del año que viene, ni siquiera a las próximas autonómicas, por muy plebiscitarias que se planteen.

La subvención como eje de la creación artística y el proteccionismo del catalán han dado como resultado una de las épocas más grises y chatas de la cultura catalana.