No hay paro

Los datos del paro son un fraude, tal como los convenios colectivos son una estafa al trabajador competente y los comités de empresa, un atraco con intimidación y violencia al empresario.

Tales datos, siempre escandalosos, incluyen a jóvenes que no han buscado trabajo y que continúan estudiando o sin hacer nada –lo que en buena parte de los casos es exactamente lo mismo–; además de a una gran cantidad de personas que rechazan los trabajos que se les ofrecen y otros tantos que no mueven un dedo para encontrar nada.

Hoy en España, quien realmente quiere trabajar, trabaja. Tal vez no encuentres un trabajo de lo que tú crees que es «lo tuyo», y que en el fondo no lo es si nadie te paga por ello. Tal vez no te paguen lo que crees merecer, pero quizá deberías preguntarte si realmente lo mereces, en lugar de andar todo el día quejándote y gimiendo como si estuvieras dando a luz.

Lo peor de la crisis no son las deudas, ni los recortes salariales, ni el ajuste –imprescindible y vigorizante– de las prestaciones sociales de un Estado que chulea a los que producen e idiotiza todavía más a listillos y holgazanes.

Lo peor de la crisis es lo blandengues que nos ha pillado, lo reblandecidos y estúpidos que nos dejó el anterior ciclo de abundancia. Hoy a muchos les da miedo trabajar. No es que haya paro, es que hay pánico. Pánico a tenerse que esforzar, pánico a arremangarse, terror a afrontar el propio destino, vértigo a levantarse como un hombre.

Faltan, por ejemplo, camareros. Faltan buenos camareros. Un buen camarero, en Barcelona, puede cobrar de sueldo de partida entre 30.000 y 35.000 euros al año, y hay más oferta que demanda. Pero muchos de los que engordan fraudulentamente las listas del paro ni se acercan a este tipo de trabajo porque servir lo encuentran humillante. Dejando de lado que un buen servicio tendría que ser considerado una categoría artística, ¿quién te crees que eres para encontrar humillante un trabajo? ¿En qué atalaya crees estar? Lo peor de la crisis es que hay muchos españoles que consideran más humillante el noble arte de servir que estar en el paro y que los demás todo tengan que pagártelo.

Los mismos que se quejan del paro no quieren trabajar de dependientes o de camarero; eso por no hablar de los que se creen que tener dos carreras –!y un máster!– les da derecho a algo.

En España se puede trabajar si tienes ganas de hacerlo, si estás decidido a competir, si lo primero que preguntas cuando te hacen la entrevista no es el salario o el horario, si entiendes que tu deber no es hacer unas horas sino realizar con competencia y rigor la tarea que te han encomendado, y si entiendes que tu retribución no puede establecerla un absurdo convenio colectivo que todo lo iguala sino que sólo puede ser una parte del beneficio que contribuyas a generar.

De este modo, y sólo de este modo, irás poco a poco prosperando y descubriendo qué es «lo tuyo». El dinero llega sólo si en lugar de pensar en él te desvives por hacer lo que hagas muy bien. No necesitarás saber ningún horario si te comprometes sinceramente con tu trabajo y entiendes que quien te paga el salario y los derechos es tu patrón y no el sindicato; y que la única conquista social tangible y real son las empresas y los empresarios que crean riqueza y puestos de trabajo