Adiós, piloto
La mañana transcurría en la COPE con la tensión propia de un informativo. Estábamos en el tiempo de tertulia, comentando la desfachatez de los sindicatos que acosaban a la juez Alaya y mentían descaradamente sobre las facturas falsas, cuando nos llegaba la noticia de la muerte de María de Villota. Una mujer que merecía vivir, que quería vivir, que peleó con la muerte tras su accidente a bordo de su sueño convertido en un Fórmula 1 y dejó la risa helada a esa señora de la guadaña.
Tenía 33 años y las ilusiones intactas. La pérdida de un ojo se convertía en un parche a juego con su ropa, como ese guiño al destino de una mujer guapa que nunca dejó su coquetería. Pero no hay en esta historia de superación un final feliz. Su muerte impacta tanto como su fuerza, su ilusión por seguir adelante, su ejemplo para superar aquella trampa que le puso la vida cuando por fin era una piloto en un mundo dominado por hombres donde las mujeres son floreros portando los carteles con los números de los coches o entregando el champán a los vencedores.
Su muerte me trae a la memoria otras de deportistas jóvenes. Impactantes, tremendas, inolvidables. Las lágrimas de sus familiares me emocionan como si fuesen mías. Su recuerdo se confundirá en mi recuerdo con los de las personas queridas que hemos tenido que dejar en un maldito apeadero de la vida. Ante la muerte de un ser querido nos sentimos indefensos, vacíos, desconsolados, asustados.
A María de Villota la recordarán en su casa, en los circuitos... por cómo vivió y cómo murió. Y seguro que un día no muy lejano algún deportista portará una camiseta con su nombre, con su parche pirata, y se lo enseñará al mundo como Iniesta y Sergio Ramos en la final del Mundial de Sudáfrica como homenaje a Jarque y Puerta, cuyas muertes nos dieron otro sopapo brutal y nos recordaban que la vida hay que apurarla con las personas que nos quieren. Mañana, en la Carrera de Japón estará María. Se notará su presencia. Fernando Alonso pidió para ella una oración. Le dedicará su carrera e ira al límite porque María iba al límite. Cada vida en realidad siempre está en el límite.