La ventanilla

EL REY llegó ayer a operarse y bajó la ventanilla para saludar a los periodistas, que le arrancaron un «¡ahí voy!» que ocupó rápidamente los titulares, como si el coche en lugar de al hospital se dirigiese al casino de Torrelodones. La ventanilla es uno de los elementos cruciales de la Monarquía española. Probablemente haya más minutos de declaraciones con ella bajada que en los discursos de Navidad y además con similar trascendencia: un largo «ahí voy». Se trata de una concesión amable del Rey a los periodistas que hacen guardia o al gentío que le quiere saludar, dependiendo de la ocasión. La ventanilla también se utiliza alrededor de los estadios y antes de las bodas de postín, cuando los padres de los novios, normalmente divorciados, dicen que creen en el amor. La otra mañana un grupo de aficionados esperaba a Cristiano Ronaldo a las puertas del garaje del Bernabéu y había que ver la cara de unos turistas cuando se les dijo que no había partido, que era una renovación. La situación de ayer era grave y sin embargo el Rey sonrió para tranquilizar al pueblo desde su ventanilla, que empieza a ser como el balcón de la plaza de San Pedro. El día anterior había gastado la broma del taller y los mecánicos y por un momento, al ralentizar el coche, parecía que iba a pedir a la prensa un cambio de gomas. «Lección de buen humor», tituló La Razón como si hasta el último momento se temiese que en la recepción de los embajadores pudiese emprenderla a muletazos. Todo esto de la ventanilla tiene algo de cultura del portal, ese acercar la grabadora al telefonillo para arrancarle una declaración a alguien, casi siempre en sucesos. Yo una vez tuve que entrevistar así al presidente del PP de Lugo (suceso de los gordos, le querían mover la silla) y era tal la chapa que un vecino que pasaba por allí preguntó: «¿No prefiere que le abra yo?». El Rey ayer tiró para adelante al quirófano en una escena que ya es parte de nuestras vidas; si hubiese mordido la ventanilla desde las primeras veces podría tenerse un álbum biográfico parecido al que tiene Nadal con Roland Garros. Operaba un ahijado de Cunqueiro, que huyó con el dinero que le dieron los nazis para que tradujese a Himmler en Madrid y lo encontró la Guardia Civil gastándoselo en un burdel de Mondoñedo. Ya el patriarca era buen cirujano.