Catalanizar

ESPERANZA AGUIRRE es una política de las que hacen cosas y las hacen de inmediato. En el mismo momento en que afirmó la necesidad de «catalanizar España», la política española empezó a catalanizarse. Viene siendo tradición, en Cataluña, que los que mandan no digan lo que piensan, o no piensen lo que dicen, o digan lo que no piensan. Aguirre, en su visita a Barcelona, hizo exactamente eso. Y le quedó muy bien.

Ha habido, desde el fin de la dictadura, tres políticos técnicamente excelentes: Felipe González, Jordi Pujol y Esperanza Aguirre. Los tres habrían sido capaces, si se lo hubieran propuesto, de ganar unas elecciones municipales en Laponia. Los tres, cuando ha hecho falta, han mentido como bellacos. La ex presidenta de Madrid sigue en activo y, por tanto, necesita seguir recurriendo a la trola para contentar al auditorio.

Hace ocho años, en la batalla empresarial en torno al control de Endesa, Esperanza Aguirre se alineó rotundamente en el bando que, bajo el lema «antes alemana que catalana», rechazaba la oferta de compra planteada por la (teóricamente) catalana Gas Natural y prefería que la mayor compañía eléctrica española quedara en manos de la alemana E.ON.

Luego fue la italiana Enel quien se quedó con el trofeo. En aquel momento, el electorado de Aguirre era estrictamente madrileño. Cabe preguntarse en qué electorado piensa ahora.

Sé que Aguirre no siente especiales prejuicios contra Cataluña y, además, su discurso en el Círculo Ecuestre (con el nombre está todo dicho) resultó bastante razonable. Pero lo de «catalanizar España», en estos momentos, suena, además de a hipocresía, a chiste. ¿No tiene ya España bastantes desgracias?

Y lo mismo a la inversa: aquello del ministro Wert de «españolizar a los niños catalanes» sonó francamente ominoso. Más valdría que dejáramos de españolizar y de catalanizar, y nos preocupáramos por cosas serias.

Hablando de cosas serias, el profesor Juan Velarde, premio Príncipe de Asturias, hombre de la derecha abisal y economista competente, también se catalaniza por momentos.

No por hacer referencia a la opción de bombardear Barcelona, un clásico de cierto proyecto político castellano, sino por afirmar que «Cataluña siempre ha sido una carga para la economía española» y añadir, además, que eso está académicamente comprobado. Hombre, profesor. ¿Ahora «Cataluña nos roba»? La capacidad para decir memeces, eso sí está demostrado, no conoce fronteras.