El certificado

El independentismo ya tiene la repercusión internacional que buscaba, y la organización Official World Record ha certificado que la cadena humana de la última Diada fue la más multitudinaria de todos los tiempos. Tal organización ha certificado también la vez que más hombres se vistieron de Superman o que más buceadores jugaron durante más rato a las damas bajo el agua.

Estos fueron realmente los competidores a los que se enfrentó la cadena catalana. No se enfrentó a la unidad de España, ni promovió la independencia de Cataluña. Compitió con el hombre que más peso ha sido capaz de aguantar con la cabeza o con el que ha pescado la trucha más grande. Éste fue el verdadero alcance internacional de la Diada, y estos sus referentes más inmediatos.

Cuando haces política, y la haces con talento, ambición y esperanza, los periódicos serios se ocupan de ti, la Historia se escribe con lo que tú haces y de la parte de progreso que tú creas para ti y para los tuyos se acaba beneficiando el conjunto de la Humanidad. De la caída del Muro no sólo se beneficiaron los alemanes. La guerra de los Balcanes no sólo horrorizó a los yugoslavos. Israel es un dique de contención contra la barbarie, y el mundo libre caerá si ella cae.

Pero cuando todo lo que quieres es organizar un happening de festivo por la tarde, cuando no te guía el deseo de mundo mejor; cuando sólo eres oportunismo y vulgaridad, los que vienen a visitarte son los contadores de récords, que en el caso de Cataluña no han sido ni siquiera los del Libro Guinness, sino los de esta Official World Record que tiene toda la pinta de ser, en el mejor de los casos, una organización secundaria.

Hay un contador de récords para cada horterada, para cada vez que un hombre o conjunto de hombres pierden el tiempo y sus talentos en estériles espectáculos en lugar de crear belleza y prosperidad para ensanchar los límites de la libertad.

De todos modos, el más apasionante récord que Cataluña ha batido no es el de haber puesto a toda esta gente en la calle, sino el de haberles hecho creer que así conseguirían algo más que un grotesco certificado. Es un mérito que cabe reconocerle al independentismo catalán: el de ser capaz de enredar a la vez, y año tras año, a tantas personas tan ilusionadas, porque hay que subrayar que hasta hoy no hay ningún proceso político en marcha –ninguno– que tenga como objetivo la independencia de Cataluña.

El certificado que la extravagante Official World Record emitió ayer es lo que exactamente merecen los organizadores de la cadena, con su debilidad mental y su nulidad intelectual. Es el espejo preciso que les refleja, junto con sus otros compañeros de récords. Seguramente los organizadores de la manifestación, en su infinita mediocridad, se tomarán como un logro el humillante comunicado, pero cuando los independentistas inteligentes, que los hay, y muchos, vuelvan a la cordura y a la templanza, se darán cuenta de hasta qué punto es ridículo pretender avanzar a golpe de payasada.

Mientras tanto, la conclusión a la que hoy llegará el independentismo oficial es que para qué queremos estar en Europa si ya estamos en la Official World Record.

O sea que no hace falta que España se moleste en mandarnos los tanques.