Los traidores

LOS ACONTECIMIENTOS (si puede llamárselos así) de la Diada no me preocupan en absoluto. En un soleado buen día, dentro de la identidad moribunda del resto, cumplir la propuesta de lindar Cataluña es un divertimiento más que otra cosa. Que una parte de la población catalana, en estos tiempos, conserve el buen humor es de celebrar, hasta de agradecer, e incluso de envidiar. Y yo lo hago. Pero no le doy en absoluto importancia trascendental. Sin embargo, Mas me parece –con perdón y pena lo digo– un botarate: cartitas, cláusulas, proposiciones, aplazamientos, balbuceos... Mientras los que lo precedieron –escribo sobre la familia Pujol, incluso algo la propia– andan hablando de cientos y miles de millones, que tras la frontera geográfica nacional de veras, van de acá para allá huyendo de la miserable Hacienda esta sí nacional... ¿Les han preguntado a ellos qué significa la Diada? Ese sagrado nombre, hablo del apellido en concreto de Oriol Pujol, ahora hundido en la miseria. La miseria de la traición a su patria. Justo en eso consiste la ocultación de fortunas mal originadas, que van de acá para allá, ocultas para no pagar a la Hacienda que mantiene la Diada.