No es eso, no es eso, Mariano Rajoy

UN ÓRDAGO a la grande como el lanzado por Oriol Junqueras y su marioneta Arturo Mas, una cadena de 400.000 personas, un estadio abarrotado con 80.000 secesionistas, no se pueden despachar a través de una cartita merengosa y meliflua. Hay que demostrar a Europa y al mundo entero que los españoles están en contra de la secesión de Cataluña y que defienden la unidad que España mantiene desde hace cinco siglos. Ni reuniones secretas ni cartas pasteleras ni debilidades endémicas ni cruzarse de brazos a verlas venir. Es necesario crear un clima nacional en contra de la secesión de Cataluña y en favor de la unidad de la nación.

El Gobierno está en la obligación política y moral de publicar una declaración solemne, afirmando urbi et orbi que cumplirá y hará cumplir la Constitución. La oposición socialista debería hacer exactamente lo mismo. Los españoles de centro derecha y de centro izquierda tienen que movilizarse. Si es necesario llenar 50 estadios contra la secesión de Cataluña, se llenan. Si hay que formar una caravana de 700 kilómetros entre Madrid y Barcelona, se forma. Si los periódicos impresos, hablados, audiovisuales y digitales deben enfrentarse con la situación se les estimula para que lo hagan. Todo menos esa reacción absurda de la cartita y la indiferencia. Hay que alentar un clamor nacional, espoleando a la sociedad civil, contra la maniobra secesionista de Oriol Junqueras y su títere Arturo Mas.

Si estos dos fantoches quieren la independencia catalana que lo intenten por el único procedimiento admisible: el artículo 168 de la Constitución. Que redacten la reforma constitucional pertinente. Que la planteen en el Congreso de los Diputados. Allí tendrán que conseguir los dos tercios de los votos. Y a continuación al Senado que debe aprobar por el mismo porcentaje la propuesta. Después el Gobierno disolverá las Cortes y convocará elecciones generales. La reforma constitucional de Oriol Junqueras y su pantomima Arturo Mas tendrá que conseguir los dos tercios de los votos en el nuevo Congreso y en el nuevo Senado. Y a continuación referéndum nacional en el que voten todos los españoles.

Que voten todos los españoles porque después de 500 años de unidad nacional, la secesión de Cataluña es algo que corresponde decidir a todos los ciudadanos de España, libres e iguales ante la ley. Que las cautelas constitucionales para una reforma de semejante calibre son grandes, pues claro. La veleidad de una generación o de una parte minúscula de la población no puede despedazar a España ni emborronar el sufragio universal de los siglos, 500 años de Historia unida.

Todo esto y no pasteleos indecorosos es lo que tiene que decir y hacer Mariano Rajoy ante una situación de extrema gravedad. Se acabaron las medias tintas, los tapujos y las veladuras. La España de Mariano Rajoy está en la frontera de fracturarse. Hay que denunciar alto y claro al Gobierno. Se terminaron las debilidades y las genuflexiones. Tanto el Gobierno como la oposición responsable están en la obligación de levantar a los españoles para que, pacíficamente y con respeto máximo a la ley y el orden, manifiesten ante el mundo su propósito de mantener la unidad de la nación.

«Con la educación y los medios de comunicación en manos de los secesionistas, las concesiones solo pueden conducir, y en un plazo tal vez no demasiado largo, al desafío final de la independencia», escribía yo en esta misma página el 26 de noviembre de 2009. «Zapatero ha dejado en herencia al pueblo español una situación en Cataluña que amenaza con quebrar cinco siglos de unidad nacional», añadía en una canela fina el 5 de abril de 2011. Y concluía afirmando que se habían terminado por mi parte las contemplaciones con Zapatero y que lo juzgaría de forma implacable porque la unidad de España era asunto sobre el que no se podía frivolizar. No me gustaría tener que hacer lo mismo con Mariano Rajoy. Todavía mantengo la esperanza de que el presidente reaccione y se enfrente de verdad con el desafío insolente de Oriol Junqueras y su monigote Arturo Mas, poniendo en marcha la reforma constitucional que satisfaga a las nuevas generaciones y que sería votada por todos los españoles.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.