Gracias, Cristina

TE DEBÍAMOS muchos favores; ahora te debemos dos más... El primero es que te hayas restablecido. Nunca dudé de ello, pero el diablo carga la ley de Murphy. Si tú corrías peligro, los madrileños mucho más. ¿Qué habría sido de nosotros sin ti para defender las calles cuando la indignación y otras tropelías cunden en ellas? Segundo favor: con tu accidente has obligado a los trolls (apócope de trolero y de trilero) a salir a campo abierto, has despojado de su careta buenista a los fachas de la izquierda que te llaman facha, has desenmascarado a quienes de tanto predicar el bien, como dijese Tagore, se olvidan de ser buenos y has conseguido que los chequistas reconozcan su condición. Chequistas, digo. ¿O acaso no fueron los correligionarios de Llamazares quienes blandiendo hoces, empuñando martillos y acatando las instrucciones del padrecito Stalin multiplicaron por veinte las cifras del Holocausto? Cien millones de tumbas, mayormente anónimas, señalizan su paso por la Historia. De Máximo Pradera, por respeto a sus padres y a sus tíos, con los que durante muchos años compartí máxima amistad, no diré nada. Y en cuanto a esos cien miserables −no merecen otro nombre− vestidos de bata blanca que han conculcado las más elementales normas de la deontología pidiendo que se te niegue la atención sanitaria por motivos ideológicos, sólo cabe esperar que los envíen a las colas del INEM. Ya sé que no lo harán, porque los de tu partido, Cristina, están maniatados, como casi todo el mundo, por el garantismo imperante, que es incompatible con el principio de autoridad. Sin ésta no hay Justicia. ¿Me permites, por último, que te dé un consejo sacado del Evangelio de Lucas con fórceps, pues lo esgrimo a contrario y es palabra de Jesús apócrifa? No los perdones, no perdones a Llamazares, ni a Max, ni a los de la batita, ni a la canaille de la Red, porque todos ellos saben muy bien lo que se hacen, saben que eres una luz encendida en las tinieblas de la res publica española y que, insultándote, negándote auxilios, deseando tu muerte, disparan contra un órgano vital del enemigo. Es la rebelión de la chusma: maldad, ira y envidia... La que te tienen, Cristina, por ser de buena crianza, esposa y madre ejemplar, culta, trabajadora, inteligente, valiente y, encima, guapa. Envidian tu pelo rubio bajo el casco de motera, pero hazme, amazona, un tercer favor: regala el scooter a Llamazares. Es peligroso. ¿Cuándo nos vemos a pie?