Sonia Gumpert: colegio de abogados, de ella y para ella

EN MEDIO de la crisis que nos zarandea, lo único que faltaba es el deterioro de instituciones respetadas tradicionalmente por la ciudadanía. Pedro Blasco ha desmenuzado en un riguroso informe periodístico, publicado en EL MUNDO, la crítica situación que encizaña al Colegio de Abogados de Madrid.

La nueva decana, tras resultar elegida en una elecciones que algunos letrados consideraron irregulares, ha sido imputada por el Juzgado de Instrucción número 9 que investigará la posible comisión de un delito de revelación de secretos. El anterior decano, Antonio Hernández-Gil, ha recurrido, por su parte, el resultado de las elecciones ante el Juzgado de lo Contencioso.

Varios abogados denuncian también a la decana por beneficiarse de su cargo, cobrando arbitrajes cuando se comprometió a no hacerlo. Se la acusa, además, de utilizar el Colegio de Abogados en favor de su bufete. La propia Plataforma de Defensa de la Abogacía, que la respaldó para su elección, ha hecho pública una durísima carta abierta anunciando que le retira su apoyo. «¿Qué ha pasado –le preguntan los que la respaldaron– con la transparencia que juntos exigíamos y ahora, solo unos meses después, nos hemos de enterar de la dimisión de un miembro de la Junta que elegimos nosotros, los abogados de Madrid, por medio de un informativo independiente del Colegio?»

La caravana de las denuncias en los últimos meses se ha hecho incesante. Se acusa a la decana de regatear la atención a los abogados que tienen problemas; de haber firmado nuevos pactos ilícitos o secretos; de obsequiar con sueldos suculentos a sus fieles y cargarlos a las cuentas del Colegio; de repartir las dietas a su antojo; de expulsar por carta a cerca de un centenar de colegiados; de viajes gratis total innecesarios; de «encanallar» la abogacía de Madrid; de incrementar los sueldos en plena crisis, cuando en la campaña calificó de «escalofriantes» e «inmorales» esas mismas retribuciones.

Los abogados con los que he conversado se muestran indignados ante la incoherencia y la falta de seriedad de la nueva decana. «El Colegio de Abogados –me dicen– ha dejado de ser de todos. Es de ella y para ella». El rosario de las dimisiones en la Junta y aledaños ha empezado a desgranarse. Por primera vez en la historia del Colegio han dimitido dos secretarios y un tesorero. El descontento se generaliza. La temperatura enrojece. La situación ha llegado al límite. Se cuecen los indignados en una caldera a punto de entrar en ebullición.

Lástima que institución tan prestigiosa como el Colegio de Abogados de Madrid, en lugar de contribuir a sosegar la crisis política española, la acentúe y zarandee. Hay una idea generalizada de que la única fórmula para salir de la situación creada es la convocatoria de nuevas elecciones. Que hablen los abogados. Que decidan lo que en estos momentos conviene para superar la crisis interna y limpiar la imagen emborronada del Colegio. Todos o casi todos coinciden en las urnas como solución. La decana Gumpert está en la obligación moral de no entorpecer unas nuevas elecciones en las que la abogacía madrileña decida el futuro de su Colegio, antaño tan prestigioso y hoy sumido en los albañales de la polémica y el ludibrio.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.