Es sólo una montaña

AQUÍ EN la siniestra montaña cada día veo a decididos excursionistas ataviados con toda clase de grotescos ropajes dispuestos a emprender su aventura. Algunos de madrugada, otros a media mañana: intrépidos personajes que salen de sus casas, a pleno sol o bajo la lluvia, haga frío o ese calor que explica el Tercer Mundo y su inevitable atraso. No importan los elementos, no importan las circunstancias. Allí están ellos, orgullosos de su sacrificio, satisfechos de la dificultad de su afición, pletóricos de ánimo, eufóricos, capaces de sobreponerse a cualquier adversidad, felices de poder practicar su actividad equipados como auténticos anormales.

Me pregunto si durante el año acuden estos hombres con la misma determinación a su trabajo. Me pregunto si se sobreponen también a las adversidades para cumplir con su obligación, y si usan los elementos y las dificultades como retos para superarlos o como excusas para evadirse y perjudicar a su empresario, que por culpa de una ley injusta e intolerable no sólo les paga las horas de trabajo sino también las excursiones y los andrajos de sus días de descanso.

Pero más que preguntármelo yo, tendrían ellos que preguntárselo. Tendrían estos obstinados atletas veraniegos que preguntarse si ponen el mismo empeño en su trabajo que en sus excentricidades, si trabajan con la misma pasión con la que escalan, si de verdad creen que, sin resultar útiles al empresario, podrán por mucho tiempo tener ingresos para poder continuar pagándose sus estrambóticos gastos.

Unos días de observación montañesa bastan para comprender que si los españoles se esforzaran tanto en la oficina como haciendo el indio sueltos por el campo, probablemente la primera economía de Europa sería España. Si la capacidad de sacrificio, y el noble espíritu de no detener nunca la marcha que muestran estos caminadores infatigables fuera su actitud también en el trabajo, no habríamos conocido ni la sombra de esta miseria sobre todo moral que nos ha destrozado.

Hay que concentrar la fuerza en un punto e insistir hasta proyectarla. No trates de inventarte culpables, todo depende de ti, de tu empeño, de tu esperanza. La vida comienza a las 6 de la mañana todos los días del año. La crisis no existe, es sólo una montaña.