God save the Queen!

MI BAUTISMO revolucionario se produjo el 25 de febrero de 1954. Miles de estudiantes pusimos cerco ese día a la embajada británica al grito de ¡Gibraltar español! para protestar por la visita que la reina Isabel iba a girar al Peñón. Todos coreábamos una copla cuya letra decía: «Ya viene el verano, / ya viene la fruta, / ya viene la reina / de los hijos de puta». Era la Falange quien había orquestado el guirigay, pero la iniciativa se le fue de las manos y de ella nació la oposición universitaria al régimen franquista. ¡Curioso bypass! Lo que aquí viene al caso es la constatación de que el patrioterismo de Vandalia es rayo que no cesa. Gibraltar fue conquistado por los Medinasidonia en 1462 y nuestras banderas ondearon allí hasta que en 1713 se firmó el Tratado de Utrecht. El Peñón fue moro durante 751 años, español durante 251 y británico durante 300. ¿A quién, entonces, pertenece? ¿Debe prevalecer el criterio geográfico sobre el histórico? Dejémonos de bobadas patrioteras, porque si reclamamos Yabal Tariq deberíamos invadir Portugal, entregar Ceuta y Melilla al rey que firma indultos sin saber lo que está firmando, aconsejar a la Kirchner que vuelva a ocupar las Malvinas y apoderarnos de Andorra. ¿No dicen que somos un Estado de Derecho? Pues cualquier régimen político que se acoja a tal concepto tiene que respetar lo acordado, por remoto que eso sea. Échese, please, un vistazo al texto de lo que se firmó en Utrecht. España, según los términos de ese Tratado, cedía a la corona británica «con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno» el lugar donde la península ibérica deja de serlo. Yo, que en mi destete revolucionario, creyéndome Unamuno (el que quería hispanizar Europa), pedí a pedrada limpia la españolización de Gibraltar, pido ahora la britanización de Zangania. Invirtamos los términos de la disputa: propongo que el Peñón se anexione todo lo que lo separa del Aneto. Así, de paso, se resolvería el problema de los pescadores y del hormigón arrojado al mar. Los llanitos y los habitantes de las Malvinas prefieren ser ingleses a aceptar el trágala geográfico. ¿Algo que objetar? ¿No son, por ventura, mucho más civilizados los hijos de la Gran Bretaña que los de Jamonia? ¿Quién me mandó nacer en Madrid? Si lo hubiese hecho en Gibraltar, ahora sería llanito, escribiría en inglés y las ventas de mis libros se multiplicarían. ¡Mecachis!