La hora del temblor de los relojes

MARIANO RAJOY comparecerá hoy, muy a pesar suyo y de Pedro Arriola, ante los diputados. Las informaciones publicadas en EL MUNDO le han obligado a tomar una decisión que llevaba meses aplazando. Desde hace semanas, los periódicos impresos, hablados, audiovisuales y digitales ocupan sus espacios preferentes con los papeles de Bárcenas. Algún capitoste de Moncloa asegura que el Financial Times y The Wall Street Journal han sido las publicaciones causantes de movilizar a un Rajoy enronquecido por la credibilidad que podría perder en el extranjero. Pero a 90% la información manejada por esos diarios ha sido la publicada en EL MUNDO. Es la verdad la que nos hace libres y, pese a quien pese, esa es la verdad. La opinión de los políticos de la oposición le entraba a Rajoy por un oído y le salía por el otro, sin romper ni manchar su cerebro. Cuando le amenazaban con la moción de censura le entraba la risa floja. Es el periodismo el que ha derrotado a la política. Es EL MUNDO el que ha llevado al presidente ante los diputados.

Mariano Rajoy se la juega hoy. Es un excelente dialéctico, un hábil parlamentario. Si dice la verdad y se enfrenta a ella, ganará la partida. En otro caso, todo quedará en una nube de verano y las espadas permanecerán en alto. La opinión pública espera que Mariano Rajoy sea implacable con los sobrecogedores. Salvo un par de casos, el dinero negro repartido presuntamente entre dirigentes del PP no es suficiente para constituir delito aunque no se haya declarado a Hacienda, pero el deterioro de imagen de algunos dirigentes será muy agrio si se confirman los sobresueldos. Son muchos los que piensan que el Partido Popular debería cuestionar a los que de ellos se beneficiaron.

Más importante es, sin duda, la presunta financiación irregular del Partido Popular. Mariano Rajoy no puede lidiar al natural esta cuestión, auténtico cáncer de la democracia española. Tendrá que anunciar una investigación exhaustiva y unas disposiciones legales que hagan transparente cualquier donación futura. La temperatura de la corrupción ha alcanzado tal intensidad que son muchos los políticos ya calcinados. Rajoy no puede contribuir a la estercolización de la vida política española. Debe meterse de lleno en la escombrera, hacer frente a la podredumbre y anunciar medidas contundentes. Es cierto que en la selva parlamentaria el líder del PSOE se dedica desde hace meses a rubalmaquinar para hundir a Rajoy al que alacranea sin piedad, tal vez porque, si la crisis económica se supera, el presidente enviará durante muchos años a la oposición socialista a los desvanes de la Historia.

La suerte, en fin, está echada. Pasó el tiempo de las evasivas y las componendas. Es la hora del temblor de los relojes. Mariano Rajoy no tiene otra opción que dominar la palabra pánica, coger por los pitones cubetos al toro Bárcenas y lidiarlo ante la opinión pública sobre el albero del palacio del Senado, ante los diputados que representan la soberanía popular («Bien parece un gallardo caballero a los ojos de su Rey en la mitad de una gran plaza dar una lanzada con felice suceso a un bravo toro», escribió Cervantes en el Quijote). Hay pronósticos para todos los gustos. Piensan algunos que Rajoy no podrá desarzonar a Bárcenas. El extesorero sabe demasiado tras dos décadas en Génova. Está claro que resultará complicado alquitarar las cifras esenciales de los papeles de la escandalera. Son muchos, en todo caso, los que piensan que el presidente del Gobierno ganará el pulso a su extesorero y saldrá airoso del desafío parlamentario a punto de comenzar. Entre otras razones, porque toma cuerpo la teoría de que Bárcenas fabricó o manipuló algunos de sus papeles para enmascarar, en primer lugar, su fortunón suizo y sus relaciones con Ángel Sanchis, el hombre clave de la actual situación; en segundo lugar, para vengarse de Rajoy, al no recibir del presidente la ayuda prometida o esperada.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.