Lo que le sobra a Piqué es Shakira

Tras el espontáneo y explosivo masaje que le di a ese nuevo y superdotado futbolista brasileño del Barça que se llama Neymar, el chiquillo se fue directamente a ver a mi Sandro Rosell, mandamás azulgrana, y le espetó:

– Si Messi ha impuesto al ‘Tata’ Martino como entrenador, yo impongo a la ‘Tata’ Susi como masajista.

– Me encanta la lucha de egos –dijo el Rosell, encantado–, ¿y esa tal Susi tiene experiencia?

– Experiencia, toda – alardeé yo, convocada por el Rosell a una entrevista personal–. Y mejor masajista que servidora, ninguna. Ni aquella tal Corinna No Sé Qué, y eso que reconozco que aquella tal Corinna era una masajista regia.

– Contratada –dijo el Rosell–. Quíteles a los chicos el estrés que le hemos copiado al Madrid y los kilitos que les sobran después de las vacaciones. Empiece por el que quiera.

Me pedí empezar por mi Piqué. El muchacho llegó, se desnudó y yo, muerta, pensé: «Qué barbaridad, a este muchacho sólo le sobra Shakira». Porque Shakira estaba allí, menuda loba. De hecho, llegó con él, cantando La loba, o sea: «Esta loba es especial, mírala…». Me hice la sorda y le ordené a Piqué:

– Túmbate.

– Yo me tumbo con él –dijo Shakira.

Me negué y le exigí a Piqué:

– Amárrala.

Piqué la amarró, de cintura para abajo, a una silla que había por allí. Después, él se tumbó boca arriba, y yo empecé a masajearle el peroneo lateral largo y el peroneo lateral corto, y Shakira seguía cantando lo de la loba. Le exigí a Piqué que la amordazara. Piqué la amordazó, y luego yo me puse a masajearle a Piqué el tibial anterior, creo, y Shakira empezó a manotear con sus uñas como cuchillas, igual que Hugh Jackman en Lobezno inmortal. Le ordené a Piqué que la maniatara, y la maniató, y entonces le exigí a él que se tumbara de nuevo y se diera la vuelta, y se la dio, y me dediqué a masajearle el poplíteo, y Shakira llevaba con todo el cuerpo el ritmo de La loba. Le exigí a Piqué que le ordenara a ella que se estuviese quieta, que no podía yo concentrarme en masajearle el tibial posterior a él, y él se lo ordenó, y ella se puso a sonreírle con los ojos, y le mandé a Piqué que se los vendara, y él se los vendó, y yo intenté concentrarme en masajearle a Piqué el sóleo, pero él dijo de pronto que ya estaba bien de manoseo y que lo importante era que su Shakira se lo hubiera pasado bien.

– Me lo he pasado divinamente –me dijo Shakira, muy loba, una vez desamarrada por su Piqué–. A ver qué te crees, Susi, yo también he leído Cincuenta sombras de Grey.

Lo que se le escape a ésa…