¡Qué asco!

EL PARTIDO POPULAR tiene a su tesorero en la cárcel, dedicado ahora entre rejas a basurear a sus dirigentes. El PSOE tuvo en la cárcel a su director general de la Guardia Civil; tuvo en la cárcel a su gobernador del Banco de España; tuvo en la cárcel a su directora del Boletín Oficial del Estado; tuvo en la cárcel a su síndico de la Bolsa… Y no hablemos de Filesa y la financiación irregular del partido. Ni del crimen de Estado del Gal, asunto mucho más grave que la corrupción económica. Ni de un exministro de Zapatero ahora imputado. Ni del escándalo inextinguible de los eres donde algunos socialistas y algunos sindicalistas han trincado el dinero destinado a aliviar la situación de los parados.

¡Qué asco! Los partidos políticos y los sindicatos, que actuaron de forma admirable durante la Transición, se han convertido en un desmesurado negocio y en agencias de colocación para enchufar a parientes, amiguetes y paniaguados. Una buena parte del estercolero nacional se ha formado ahí. El año pasado, por ejemplo, el Partido Popular gastó 133.398.210 euros e ingresó por cuotas de afiliados 12.303.879. Ese desfase se cubrió sustancialmente con dinero público y, en porcentaje muy reducido, con las donaciones de determinadas empresas. En el gasto desmesurado del partido, en fin, está el riesgo de la financiación irregular, al margen de las trapisonderías del Gürtel.

El resultado de tanta podredumbre es la reacción popular, cada día más indignada, contra los partidos políticos y los sindicatos. Ambas instituciones, que son claves en una democracia pluralista plena, barren los últimos puestos de aceptación popular. Los partidos políticos, incluso, figuran como el tercero de los diez grandes problemas que atosigan a los españoles, cuando deberían ser su solución.

Las nuevas generaciones, al 70%, contemplan con indiferencia el sistema político surgido de la admirable Transición. Al 30% están indignadas. Al 100%, asqueadas. Para que se incorporen constructivamente a la vida política nacional se hace imprescindible una reforma constitucional en la que participen, de forma protagonista, los jóvenes. No se trata de parches ni de veladuras. Hay que hacer la reforma constitucional que desea la juventud si queremos que el sistema nacido de la Transición se prolongue. Si en su ceguera y su voracidad los partidos políticos prorrogan la situación actual, se encontrarán con que la reforma constitucional, en lugar de hacerse ordenadamente desde dentro, se hará revolucionariamente desde fuera.

Hace 20 días escribía yo: «Bárcenas en la cárcel significa que el pendrive con los recibís pende sobre las principales cabezas del PP como la espada de Damocles». Unos días después afirmé que a los dirigentes monclovitas no les llega la camisa al cuerpo: «Saben que Bárcenas guarda en una carpeta los recibís de los sobresueldos y que alguien ha convertido esa carpeta en un pendrive. No es lo mismo tirar de la manta que tirar de un pendrive…». Bueno, pues el pendrive está ahí y tal vez en poco tiempo se conozca su contenido. El ciudadano medio sabrá entonces si tiene razón Rajoy al callar o la corruptio optimi pessima descargará sobre las espaldas estevadas del poder, dejando a las claras que las zahúrdas de Génova rebosan inmundicia y cochambre.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.