Bárcenas: la hora de la verdad

Llegó la hora de la verdad. LuisBárcenas está en prisión. De nada le han servido sus amenazas para frenar la acción de la Justicia. Aunque ahora parece estar dispuesto a tirar de la manta.

El ex tesorero del PP, hombre minucioso, dice haber acumulado durante años pruebas de la financiación irregular del partido y del cobro de dinero negro por parte de algunos de sus máximos dirigentes, como avanzó ayer Pedro J. Ramírez en su carta.

Antes de la filtración, a través del locuaz Jorge Trías, de la contabilidad B del PP a El País, Bárcenas trató de hablar con Alberto Ruiz-Gallardón. Le llamó al Ministerio, pero el ministro de Justicia no atendió a su llamada. Después, recibió la visita del ex ministro del Interior, Ángel Acebes, que también le transmitió algunos mensajes de preocupación de Bárcenas, con el que trabajó cuando era coordinador general del partido (1996-1999).

Finalmente, fue Javier Arenas, tres veces ministro como Acebes, ex secretario general (1999-2003) y anterior líder del partido en Andalucía, quien asumió la tarea de mediar ante Ruiz-Gallardón en nombre de Bárcenas. La cantinela era siempre la misma: «Quiere que le quiten a las fiscalas». Concha Sabadell y Myriam Segura (esta última ahora en Valencia y reemplazada por Concha Nicolás) se han convertido en una pesadilla para los imputados de la trama Gürtel. Pero ni Ruiz-Gallardón ni Torres-Dulce se han dado por enterados de esas presiones y les han mantenido en sus puestos.

De ahí la inquina con la que Bárcenas se refiere al ministro de Justicia y la poca simpatía que le profesa al titular de Interior, Jorge Fernández, por haber dejado que la Udef («que sigue controlada por Rubalcaba», argumenta el afectado) hiciera su trabajo sin ningún tipo de orientación política.

Arenas quiso asumir dentro del PP el papel de gestor del caso Bárcenas, dada su proximidad con el ex tesorero, con quien compartió bastantes más cosas que partidos de pádel en Marbella.

El ahora vicesecretario general para asuntos territoriales estuvo presente en las reuniones clave en las que se adoptaron decisiones sobre el futuro del ex tesorero. Entre otras cosas, Arenas favoreció que a Bárcenas el PP le pagara un elevado sueldo, sin que tuviera que justificar por qué, tras su dimisión en 2010 al ser imputado en Gürtel y en plena refriega con la secretaria general, María Dolores de Cospedal.

Desde que se publicaron los papeles de Bárcenas, las relaciones con Arenas se han enfriado. El sevillano trata de poner distancia con un hombre del que ahora nadie quiere saber nada en los despachos de la planta noble de Génova.

Bárcenas ha cometido sus principales errores por exceso de confianza. Movió dinero de sus cuentas corrientes estando ya bajo la lupa de la Audiencia Nacional y esa fue la razón que llevó al juez Ruz a decidir que le enviaría a prisión provisional sin fianza. A su iniciativa luego se adhirió la Fiscalía.

Una persona que le conoce bien explica así ese comportamiento: «Luis no tiene complejo de culpa, porque cree que no ha hecho nada malo. Se ve a sí mismo como un instrumento del PP que siempre ha cumplido con su cometido. Reconoce que tiene un problema con Hacienda, pero nada más, de ahí que intentara la regularización. No entiende por qué algunos en el PP y en el Gobierno quieren machacarle».

En su estrategia de defensa ha chocado con su compañero de fatigas durante 20 años: Álvaro Lapuerta. Cree que éste quiere irse de rositas y pretende cargarle a él todos los muertos habidos y por haber en la planta sexta de Génova 13.

«Eran dos piezas de un mismo mecanismo», apunta un miembro de la dirección del PP. «Como tesorero, Lapuerta tenía en su despacho la caja fuerte donde se guardaba el dinero que entregaban en mano algunos empresarios. Bárcenas llevaba la contabilidad en unos cuadernos pequeños que rellenaba a mano. El gerente se encargaba de pagar los gastos y, por tanto, tenía la capacidad de pagar en metálico a algunos miembros de la cúpula».

Proximidad, sí. Pero no amistad. Ni siquiera se fiaban el uno del otro.

Bárcenas envió a algunos empresarios a hablar directamente con Francisco Correa, con lo que una parte de las comisiones pagadas para engrasar adjudicaciones públicas jamás llegaron a entrar en la caja fuerte que controlaba Lapuerta.

Fuentes solventes dicen que Lapuerta «se quedó de piedra» cuando se enteró de la cantidad de dinero que Bárcenas tenía en Suiza. Ahora atribuye las revelaciones sobre Carmen Rodríguez Flores a una «venganza» de su anterior subordinado por entender que no le ha cubierto las espaldas.

Tanto Bárcenas como Lapuerta saben mucho sobre la financiación inconfesable del PP, a la que la pasada semana apuntó un informe remitido por la Agencia Tributaria a la Audiencia Nacional.

Dicho informe habla de la «utilización con fines electorales del contrato con MQM», empresa pantalla del entramado Gürtel.

En concreto, Hacienda ha encontrado 15 facturas (siete bajo el concepto de seguimiento electoral y ocho consignadas como tomas de posesión) por un total de 286.866 euros pagados a MQM por la Consejería de Presidencia de la Comunidad de Madrid.

Esperanza Aguirre justificó en una carta la legalidad de esos pagos porque se corresponden a actos institucionales y no del PP. Pero, ¿se gastó la Comunidad más de 47 millones de pesetas (282.000 euros) en los acto de seguimiento en la noche electoral y en los de toma de posesión?

Desde luego MQM no ha podido justificar ante Hacienda los servicios por los que cobró esa importante cantidad de dinero, al margen de esos dos conceptos genéricos. Alberto López Viejo, además de viceconsejero de Presidencia, fue el hombre que organizó los actos del PP en las elecciones autonómicas de 2007. Fuentes de la investigación creen que ese sobreprecio pagado por la Comunidad iba destinado a financiar actos electorales de PP.

La verdad, finalmente, se abrirá paso: por confesión o fruto de la investigación.