Última función

Mientras se celebraba la misa larga del Pleno supimos que la juez Alaya imputaba a la ex ministra, ex consejera de la Junta y actual vicepresidenta del BEI (Banco Europeo de Inversiones) Magdalena Álvarez en el caso de los ERE. En el Palacio de San Jerónimo, los diputados de la oposición acorralaban retóricamente al presidente del Gobierno intentando que explicara el caso de su tesorero encarcelado en Soto del Real. Era la última función, la última oportunidad de que Mariano Rajoy rompiera la ruidosa afasia amnésica que practica. Rubalcaba, de la otra familia gobernante, se atrevió, sin embargo, a romper ese pacto no escrito según el cual es mejor no hablar de los negocios de la familia cuando están encima los jueces.

Mariano Rajoyha traído a su manera de gobernar la sensatez y el sentido común como táctica política. Cauteloso y parco, sigue aquella máxima de Maquiavelo: si a veces se me escapa una verdad la oculto entre medias verdades para que luego sea difícil encontrarla. Los asesores de los gobernantes suelen aconsejarles en medio del bochorno de los escándalos: tenemos mayoría, todo se olvida, la gente seguirá votando al partido a pesar de la campaña de algunos periódicos. Quizá por eso el Gobierno está practicando el arte del sigilo, la artería del reptil, el silencio que engendra tiranos. De los dos Quevedos, Mariano ha elegido el de San Marcos: «Santo silencio profeso / no quiero, amigos, hablar; / pues verás que por callar / a nadie se hizo preso»; ha olvidado, si es que lo sabe, el poema dedicado al Conde-Duque: «No he de callar por más que con el dedo / ya silencio avises o amenaces miedo».

Cuando era joven, Andy Warhol tuvo la revelación de que es imposible convencer a la gente de que haga lo que nosotros queremos hablando con ellos, así que cambió de táctica: «He aprendido que se tiene más poder si se cierra el pico». El silencio pone a la gente a la defensiva, hace que los demás se sientan incómodos. Incluso si se está diciendo algo estúpido, parecerá original si lo expresas con aspecto de esfinge. En resumen: los poderosos acojonan más si no hablan.

Además de Rubalcaba imploró explicaciones a la ponzoña Cayo Lara, que exigió dimisiones. Rosa Díez, líder de UPyD, pidió aclaraciones sobre el ex senador del PP. Dijo que el silencio conduce a la sospecha y acaba en complicidad; puso el ejemplo del Papa y de Obama, que han contestado, sin presión de la Curia o del Senado, a las acusaciones en los medios de la corrupción en el Vaticano o del espionaje en la Casa Blanca. Rajoy no dijo nada; huyendo del sonido, es ya el escándalo.