El mamífero

CARMEN RIGALT

DE LA DOCENA de hombres abominables que andan sueltos por el mundo, Berlusconi se lleva la palma. Nadie está a su altura, y eso que algunos hacen méritos por alcanzarle. Putin es un macarra de manual. Donald Trump, un hortera. Ecclestone da grima. Abramovich, ni se sabe. El caso de Berlusconi resulta especialmente detestable por el poder que ha acumulado. Él no cree en las metáforas. Para Il Cavaliere, la erótica del poder es una casa llena de señoritas en bolas.

No conozco a ninguna mujer a quien le guste el ex primer ministro italiano. Alguna habrá capaz de hacer un supremo esfuerzo con tal de heredarle, pero nunca correrá a contarlo. Tengo amigas que están en el mercado del ligue por pura supervivencia. Dado que sus condiciones objetivas no son óptimas (dejaron atrás la treintena) se ven abocadas a ofrecerse como enfermeras entre la población geriátrica. No es una cuestión de gusto, sino de estómago. Se han acostumbrado a cerrar los ojos y cargar con ejemplares residuales, pequeños Berlusconis o Strauss-Kahn, guarretes de tripa apaisada y canilla fina, hombres que insultan al tiempo que se echan pedos, mamíferos recalcitrantes que se pasan la vida escuchándose a sí mismos.

Berlusconi es un prototipo en extinción. Pertenece a esa clase de hombres que antes se anunciaban haciendo sonar las llaves del coche. No sé cómo se anunciará él, que siempre viaja con chófer, pero su actitud es cantosa como la del conductor que lanzaba las llaves del seiscientos sobre la barra del bar. Berlusconi irrumpe en los sitios cual vaquero en el saloon, con los brazos algo despegados del cuerpo, como si llevara la tarjeta de presentación a la altura de las pistolas. Busca con la mirada a las chicas y su postura altanera se vuelve entonces locuacidad incontinente. Lo imagino rumboso pero merdellón, aficionado a los chistes verdes, con el pelo pintado y los chorretones de maquillaje resbalándole por el cuello. Él y Carlos Menem (otro que tal) fueron los primeros en incorporar la cosmetología a la política. Berlusconi había hecho carrera para ligar, pero no reparó en gastos ni edades y así le fue. Finalmente, la Justicia lo ha puesto mirando a Cartagena. Con todo, lo peor de Berlusconi no es él mismo, sino la escuela que ha creado. Hombrecillos de poca monta.