Pitadas reales

La Reina recibió una pitada considerable en el maratón de las nueve sinfonías, que apenas remitió cuando una asistente gritó: «¡Viva Beethoven!». No era la primera vez. La víspera había recibido silbidos, pataleos y gritos cuando se encontraba en el palco del Real junto al ministro Wert y la soprano Teresa Berganza. En el momento en que el actor José Luis Gómez citó al ministro, la basca se puso tarasca al grito de: «¡Estáis acabando con la cultura!». Dos semanas antes, la Reina había sido recibida con pitos y abucheos a su llegada al Teatro Capitol de Cieza.

Es el signo de los tiempos. Dicen que la música amansa a las fieras, pero sólo hasta cierto punto, a juzgar por cómo los melómanos españoles imitan a las hinchadas del Barça y el Athletic en las finales de Copa, por más que los pitidos vinieran, como en el Liceu a los Príncipes, de las localidades más baratas.

¿Será por las trapacerías del yerno? No digo que no, pero cuesta trabajo imaginar una pitada a Messi en el Camp Nou, por los cuatro millones presuntamente escaqueados a la Hacienda Pública. Por comentar. Los del PSOE se han puesto críticos con la Familia Real: no ha sabido adecuarse a tiempos de crisis y, claro, la gente se rebota. Va a tener que trabajar duro para recuperar la confianza de los españoles. «No como nosotros», podrían haber añadido, pero, ¿sería esto verdad? ¿Es la Reina la miembro de la familia más adecuada para cargar sobre ella la protesta?

«La Reina es una profesional», dijo en cierta ocasión su marido y la expresión arraigó con naturalidad en la ciudadanía. Es verdad que éste ha sido el año horrible de la Monarquía y que contra ella se han puesto levantiscas las asociaciones conservacionistas del elefante africano y todos los clubes de monógamos estrictos, pero no parece que Doña Sofía sea merecedora de bronca alguna sobre las cuestiones citadas.

Recordemos que cuando la crisis era una realidad que sólo negaba el PSOE, la Reina viajaba a Londres en low cost mientras el entonces presidente viajaba con su familia a la misma ciudad en Falcon 900, el avión de la Fuerza Aérea con el que los ministros iban a mítines de partido. Quizá abucheen a la Reina porque es la que más se prodiga en actos públicos.

La Casa Real asume que esto viene de la crisis y del deterioro general de las instituciones y piensa seleccionar mejor las comparecencias. ¿Quien evita la ocasión evita el peligro? No importa la falta de racionalidad y de mesura con que se manifiesta este fervor republicano, ni que no tengamos a lo largo de nuestra Historia ni una sola experiencia comparable a nuestra Monarquía Constitucional. Y menos que ninguna, nuestras performances republicanas.