El gran vacío

EL PERIODISTA Luis Faci hizo ayer un trabajo muy sencillo y esclarecedor. Comparó las portadas publicadas por los grandes diarios españoles el 17 de junio de 2011, con las publicadas ayer por esos mismos diarios. El lector habrá reparado en el gran despliegue mediático sobre el presunto fraude fiscal de Leo Messi, estimado en unos cuatro millones de euros.

Hace casi exactamente dos años, el lector reparó en muchas cosas, pero no en la imputación de la familia Botín por fraude fiscal. Salvo EL MUNDO (este invento, con toda su neurastenia, se parece bastante a un periódico), ningún diario exhibió en su escaparate la noticia sobre los Botín. Y era gorda, porque tuvieron que pagar 200 millones de euros en atrasos y multas para no ir a la cárcel.

La deducción obvia es la de siempre: la banca manda mucho, y los Botín muchísimo. Los diarios están endeudados hasta el cuello y dependen de sus acreedores. Vale. Eso hay que tenerlo en cuenta a la hora de leer las noticias. Pero la realidad es más compleja. El poder de la banca es contingente y, si me apuran, accidental. El dinero sólo manda cuando se ausenta la política. En presencia de un poder político fuerte, la banca, como la Guardia Civil, se pone firmes.

Hay ejemplos de todo tipo. Desde grandes tiranos como Hitler y Stalin, que orinaron sobre la banca, hasta grandes estadistas como los presidentes Andrew Jackson (veto al Second Bank, 1832) o Franklin Roosevelt (Ley de Emergencia Bancaria, 1933), la historia está llena de ellos.

El desastre europeo no es culpa de los bancos, ni del capital, ni del dinero, ni de los empresarios. La culpable es la política, que carece de proyecto (en serio, ¿alguien es capaz de decir qué quiere ser Europa de mayor? o, más modestamente, ¿qué tiene que ser España?) y, en consecuencia, carece de grandes políticos. La política ha dejado el poder en manos de otros porque no sabe cómo ejercerlo. Y esos otros, lógicamente, lo aprovechan en su beneficio.

La corrupción, el desaliento, el hecho de que gane quien gane las elecciones las cosas siguen más o menos igual, se derivan del gran vacío político. La política, por cierto, tiene mucho que ver con la ciudadanía, es decir, con nosotros. El vacío es nuestro.

Algún día, alguien con una idea y una voluntad poderosa subirá a un cajón (o a una red social) y empezará a hablar. En poco tiempo seremos suyos. Esa no es, en principio, una hipótesis reconfortante.