Ildefonso y los ‘sangre verde’

Les llamaban «sangre verde» porque verde era el color institucional de Caja Madrid y a ella habían dedicado gran parte de su vida. Eran el núcleo duro de la gestión, los que controlaban el cortijo madrileño, e Ildefonso Sánchez Barcoj era su miembro más influyente. Los que conocen la historia de la caja, incluyen en este grupo a Rafael Sánchez-Lozano, a Ricardo Morado, a Mariano Pérez Claver, a Carlos Vela y a Matías Amat. Pero el pata negra indiscutido era Sánchez Barcoj que había llegado con pantalones cortos a la caja y había ascendido hasta llegar a director general Financiero y de Medios bajo la presidencia de Miguel Blesa, quien dio gran impulso a su carrera.

Este grupo, al que en la entidad también llamaban «el clan del cochinillo» por sus escapadas a Segovia los viernes, tuvo una suerte muy diversa, aunque todos acabaron generosamente indemnizados. Sánchez-Lozano, que gestionó la compra del City National Bank of Florida que ahora investiga el juez Silva, acabó de consejero delegado de Iberia donde dimitió en marzo pasado tras un duro enfrentamiento laboral. Carlos Vela fue aquel director que prestó 1.000 millones a Martinsa y después fue contratado como consejero de la inmobiliaria y tras su ruina fue repescado por Blesa. Tal fue el escándalo –revelado por este diario– que la recontratación duró 10 días. Pérez Claver, por su parte, fue designado presidente de NH Hoteles, una participada de la caja, hasta finales de 2012 cuando parte del accionariado forzó su salida tras fracasar una ampliación de capital. Cobró 1,1 millones como indemnización.

Pero Sánchez estaba un escalón por encima de los demás. Él era la memoria viva de la caja a la que entró en 1978. Era uno de los pocos ejecutivos capaces de conocer a todos los directores de sucursales y recordar dónde estaban almacenados los documentos más olvidados. Su enorme conocimiento de la entidad y de sus transacciones intimidaba a cualquiera. Por ejemplo al equipo de Rodrigo Rato que desembarcó en Caja Madrid en enero de 2010 y retocó el consejo, pero muy prudentemente no cambió al equipo de Sánchez Barcoj porque pronto descubrieron que éste era el verdadero guardián de las esencias y sin él la caja no iba a funcionar.

En aquella época Sánchez y Matías Amat eran los directores generales mejor situados para gestionar la entidad tras la salida de Blesa. Cuando se anunció la fusión con Bancaja, en junio de 2010, y antes de que Rato y José Luis Olivas pestañearan, Sánchez presentó un organigrama hecho a su medida que al final no fue aceptado.

Fue José Ignacio Gorigolzarri quien despachó por la vía de urgencia a Sánchez en mayo de 2012, al día siguiente de su toma de posesión. En la entidad era vox populi que Sánchez había sido quien permitió a los directores de oficina que concedieran préstamos de hasta 5 millones sin el visto bueno de un superior, una práctica de alto riesgo de la época de Blesa. Su caída fue interpretada como una señal de que se iniciaba una nueva etapa en Bankia y se ponía fin al continuismo de la era Rato. Sánchez tenía una indemnización de 4,5 millones de euros en contrato, pero Gorigolzarri se negó a pagarla.

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