Deberes, los debidos

DICEN que un padre ha recurrido en Galicia los deberes escolares de su hijo, a su juicio excesivos. Y dicen que la respuesta del Gobierno gallego, supongo que tras el preceptivo informe, ha sido quitar los deberes y sanseacabó, como dicen los comepipas de la canallesca deportiva. Pablo Molina, que como Jabois es uno de esos columnistas periféricos que van entrando poco a poco en la prensa nacional, ha defendido la prescripción de los deberes contra su proscripción, algo en lo que parcialmente discrepo. A cambio, hace una descripción perfecta del pedagogismo progre que ha destruido la enseñanza pública y parte de la privada: «Los psicopedagogos talibanes de la Logse, enemigos declarados de la educación pública como vehículo para la promoción social, añaden así otra victoria a su viejo proyecto de convertir la enseñanza en un proceso festivo reducido a enseñar a enseñar, aprender a aprender, enseñar a aprender a enseñar y así hasta el infinito y más allá. Por supuesto, siempre dentro del horario lectivo». En el infinito de Molina yo destacaría el aprender a enseñar a aprender, porque el pedagogismo se basa en no aprender nada, ni siquiera enseñando, que para el que quiera saber, no sólo aprender, enseña muchísimo.

Hay niños que deben completar el horario lectivo con tareas en casa. Mal profesor será el que no vea que haciéndole caso a Fulanito podría resolver sus problemas de adaptación o comprensión. Pero en esos casos, los deberes se los impone primero el profesor a sí mismo, y luego, al alumno. Con los actuales programas oceánicos, universitaristas y estúpidos, los deberes se los manda el profesor a los padres, que, con sus hijos a cuestas, hacen de profesores al morir el día… y ellos. Pero los padres ni son ni deben ser los alumnos. Los profesores han de resumir y aclarar todo lo que enseñan. Ahora se da mucho y se aprende poco, porque el que mucho abarca poco aprieta y, como los profesores saben cada vez menos, matan a deberes a los padres para que el niño sepa algo, por paternósmosis o lactancia maternagógica. El niño tiene que jugar mucho, salvo en clase, donde no debe jugar nada. El aula es el mejor sitio para los deberes. En casa, en cada caso, los debidos.

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