Incumplir cumpliendo

Las recomendaciones de la Comisión Europea para España, que deberán ser refrendadas por los jefes de Estado y de Gobierno en junio próximo, son lo más parecido a las obligaciones que nos impondría una eventual Unión Fiscal, como la que continuamente reclama Mariano Rajoy y que en su momento también solicitó José Luis Rodríguez Zapatero. De modo coherente, el Gobierno ayer mostró acatamiento a las propuestas de Ollie Rehn, aunque se sabe que hay cuestiones que no le gustan y por eso remolonea y sólo las cumple cuando ya no hay más remedio.

Eso pasa, por ejemplo, con la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, que Bruselas exige que esté en marcha antes de finales de 2013. El Gobierno se resistió a crear este organismo en un primer momento, pero en virtud de las condiciones del rescate financiero, tuvo que hacerlo. El anteproyecto está ya en marcha, en fase de audiencia pública, pero la configuración institucional de la nueva Autoridad es tan débil y, sobre todo, tan dependiente del Ministerio de Hacienda, que más que cumplir con una exigencia con esto España le está sacando la lengua a Bruselas de manera burlona. O el trámite legislativo introduce mejoras radicales o esta será una vez más una manera de incumplir cumpliendo.

Este último fenómeno es el que hace que las recomendaciones de Bruselas vayan pasando del susurro al grito. Las reformas que han llegado a la fase de grito son: la del sector energético y el fin del déficit de tarifa, la del factor de sostenibilidad de las pensiones y la edad de jubilación, la de liberalización de los servicios profesionales, y la de desindexación de la economía. Pide hacerlas impostergablemente este mismo año.

Del mismo modo, en octubre el Gobierno deberá presentar un plan de mejora de la eficacia de toda la Administración Pública.

Hay dos grandes tareas que Bruselas le marca al Ejecutivo con horizonte marzo de 2014, por lo que se podría decir que están en la fase ante-grito. Una es la revisión general del gasto público –obviamente con el objetivo de racionalizarlo– y una reforma fiscal orientada a estimular el crecimiento. Las directrices son las mismas que se repiten desde que pinchó la burbuja crediticia. La Comisión pide una reforma fiscal que reduzca impuestos directos (IRPF, Sociedades), para fomentar la creación de riqueza, y haga más eficaces los indirectos como el IVA, con el fin de disuadir el consumo. Normalmente esto funciona bien si el ahorro se ve estimulado con una tributación menor, pero Montoro ha elevado los tipos del ahorro del 19% a entre el 21% y el 27%, por lo que en España ahorrar sigue estando más castigado que gastar. Este es un magnífico ejemplo de por qué es más que urgente hacer ya una reforma fiscal.

john.muller@elmundo.es