De alcalde a ver dugo

Ya lo dice el proverbio: de alcalde a verdugo, ved cómo subo. Alberto Ruiz-Gallardón, el alcalde-sol, el que llevaba en el bolsillo la llave de Moncloa, al que sólo le faltaba pasar a nado el Manzanares, ha degenerado en ministro-tijera aceptando un ministerio sin otras funciones que corromper jueces y fiscales. Siento de verdad que Rajoy le haya dado una cartera para quitarle el futuro, ahora que lo apadrinaba José María Aznar, segunda parte.

Esta mañana lo han parado en el pasillo del Gran Teatro de San Jerónimo, donde está realmente el hemiciclo, y le han preguntado si es verdad que prepara un bozal para periodistas. Ha balbuceado diciendo que la ley de sus áulicos no incluye disposiciones restrictivas contra la libertad de expresión, pero los medios y los periodistas temen que la libertad vuelva a ser una vicetiple de Arias-Salgado y la prosa, otra vez, enemiga del poder. La vieja dama de las tijeras siempre vuelve, las que no vuelven son las brujas que quemaron.

¿Qué le ha pasado a la estrella del gabinete, un gran político, para acabar en corruptor de libertades? Regresa del aborto y prepara una ley del silencio para impedir que haya libre circulación entre los juicios y el público. Un juez, un fiscal, un subsecretario podrían prohibir las informaciones que terminan comiéndose los ratones en los juzgados; en una España sub iudice, la restricción para informar de los procesos equivaldría a una censura previa que ocultaría la corrupción de los políticos y sus mecenas contratistas, empresarios y recalificadores. Esa medida autoritaria, en vez de aplacar a la calle, la soliviantaría.

El zorro ha degenerado no en camaleón, sino en dinosaurio reptil-fósil a la mexicana. No lo criticaríamos por camaleónico, que ésa es una virtud política, cualidad del gran actor; como pensaron los ilustrados, hay que cambiar de conceptos como de camisa, sólo los estúpidos viven siempre con las misma ideas, la misma opinión, esa forma primitiva anterior a la razón. Tampoco lo podemos fustigar por ese socavón faraónico de 6.000 millones que nos dejó en el Foro; al fin convirtió un poblachón-cuplé en una ciudad del siglo XXI.

Le damos el cante por haber malogrado su talento inmolándose ante el retroceso histórico. El nieto de un chispero, cuando el batallón de modistillas y las chicas del 17, odia a los castizos; el hijo de su padre, aquel gran tipo burlanga y monárquico que conspiró contra Franco, ha despilfarrado la herencia de sus antepasados y padrinos, entre los que está Manuel Fraga, que en paz descanse.

Aún tiene tiempo de rectificar su regreso irracional a los tinteros que le lanzaban a Gilda. Si, como Ricardo III, ha podido añadir colores al camaleón, debe rectificar su gestión.