La lealtad de Aznar

Desleal. Ése ha sido el calificativo que determinadas voces del PP han dedicado al ex presidente del Gobierno José María Aznar.

¿Y cuál es la supuesta deslealtad? Sólo una: la deslealtad al partido.

Ése ha sido el análisis efectuado por algunas de las voces del PP sobre una entrevista en la que el ex jefe del Ejecutivo habló de la necesidad de una España unida y sin sometimiento a las exigencias del independentismo, en la que reclamó una rebaja de impuestos que alivie el castigo fiscal de las familias, en la que exigió un liderazgo que devuelva la esperanza a los ciudadanos y en la que pidió el recorte de un aparato público que asfixia a las empresas –las únicas capaces de relanzar el empleo–.

Y tras esas reclamaciones, que han sido siempre el credo indispensable de la derecha española, algunas de las personas más representativas del mismo partido que debería izar cada mañana esa bandera, acusaron a Aznar de traicionar al partido de la derecha precisamente por defender a la derecha.

¿A qué punto de pérdida de norte ha llegado una parte del PP que es incapaz de reconocer su propio credo –y su programa– en las reclamaciones de su ex presidente, al que acusa de traidor por recordar la esencia del partido? ¿A qué punto de locura ha llegado que considera prioritaria la lealtad a su maquinaria frente a la lealtad a los ciudadanos que le votan? ¿A qué punto de servilismo, que simplemente por miedo a perder el cargo es capaz de confundir la fidelidad al partido con los intereses reales del país?

A todos esos que consideran un bien supremo la lealtad al partido, permítanme, sin más, que les recuerde un detalle: si como ha anunciado el Gobierno de su partido llegamos a 2015 con un paro de casi el 26% –tres puntos más que con el PSOE– en medio de una órbita de permanente bombardeo mediático con la trama de corrupción Gürtel, resultará más que improbable ganar las próximas elecciones generales. Y si no se ganan esos comicios, pasará por España el mayor rodillo socialista-comunista-independentista que nadie haya conocido en toda la etapa democrática. Y dudo que en ese momento sirvan para mucho las lealtades de partido, mientras todo lo que conocemos salta por los aires.

Hay tiempo para reaccionar. Pero es prioritario hacerlo cuanto antes. Y lo realmente leal es avisar de ello. No callarse para no incomodar al aparato.