Cantar del Mio Mou
El viernes, tras mandar el artículo de la final, experimenté una sensación de alivio. Nunca escribí tanto de fútbol como este año y nunca se me tomó tan en serio, lo cual también fue un fracaso mío. Cerraba tres temporadas que habían abortado una supremacía, la del Barça, pero no habían dejado la Décima. Y me prometí a mí mismo, levantando la copa al cielo de Tara como Escarlata con su puñadito de tierra, que no volvería a escribir de fútbol hasta después del verano. Lo mismito que cuando paro a los desconocidos en la calle para jurarles que esta noche no salgo.
Mourinho se va entre palos, despojado de ropas y sin perros que le ladren; a mí me queda algún ladrido. Personaje excesivo, por tanto necesariamente periodístico, Mou nos ha desgastado a todos; su figura exige tantas atenciones que al final se le ha enterrado por una cosa y por la contraria. Cuando el Madrid arrasó la Liga le riñeron por ganar, ya que ponía a jugadores que él no quería poner. ¿Me pide el periódico resumen de estos años? Mucho LSD. Mou devolvió al Madrid a lugares que le pertenecen por derecho, la grandeza de ser temido: nunca más atrás de semifinales, nunca volver a ir al Camp Nou como pretendía ir el pobre de Schuster, a perder por poco.
Mourinho ha cometido errores estrepitosos y ha desbarrado para espanto de las buenas morales, que en sus apelaciones a los niños deben de pensar que el fútbol es una asignatura; que lo normal es tener 19 años y ganar seis millones de euros, pero no que un señor proteste una decisión arbitral. Esto es parte de una doctrina según la cual el fútbol es para elevar a catecismo de buenismo santurrón. Mera pasión, muchachos; mera infancia de barrio, marginal y quinqui. Patadas a las latas, levantarle la chica a un amigo. La vida no es un laboratorio de diseño en el que quien nos diga lo que está bien y lo que está mal sea Paco González.
Mou ha perdido en el vestuario, donde pasó el año enfrentado a CR. «Problema de egos: los dos querían atribuirse el éxito», dicen en el club. Como suele pasar, no hubo éxito y sólo frustración. Tampoco Florentino, como en el pasado, pudo frenar el belicismo sordo de la plantilla más famosa del mundo, la plantilla del RM.
Sólo espero que cada año de Mou fuera no sea un año perdido en la historia del Madrid. Y no hablo sólo de títulos. Miren para arriba: ayer se marchó Ferguson. Vayan a él, con sus exabruptos, con sus vetos a la prensa y sus zapatazos a sus estrellas, con las cuentas de la hiena. Y a su afición.