Madrid, un colchón

En Neptuno, la concha-carroza tirada por dos caballos marinos, donde suelen acampar los indignados, brincaron el sábado los jugadores del Atlético después de colocar una bufanda en el tridente. Habían saludado a Ignacio González en Sol y a Ana Botella en Cibeles. Madrid era un colchón y el Bernabéu, una tumba. Los vencedores de la Copa del Rey cantaron: «Atleti, Atlético, jugando, ganando, peleas como el mejor» y no la raya canalla que Joaquín Sabina ideó para el centenario: «Qué manera de soñar / qué manera de sufrir / qué manera de palmar».

Los sufridores del Manzanares pueden dar un corte a sus hijos y recordarles «por qué son del Atleti». Pero la noticia no estuvo sólo en la hazaña del Atleti, sino en la ventisca de odio que surgió contra Mourinho, que me lleva a aventurar que si Florentino le mantiene, habrá motín, no como antes por el pan o los gabachos sino porque a los del Foro no les gusta que los pisoteen y creen que eso es lo que ha pretendido ese Mou, que de niño se miró en la Bahía de Setúbal y vio su imagen de bello e invencible en la superficie del agua.

Después del partido, el portugués reconoció su fracaso, pero ya era tarde. La estrella caída, guapo, católico, elegante, tiene que coger el guarda-chuva y pirarse. Lo culpan de que el barrio haya derrotado al Ibex, el Cholo al blanco, los despeluchados a los satisfechos, como si los rivales no fueran también una legión extranjera.

Es verdad que esta vez, al contrario de lo que suele ocurrir, el esfuerzo, la humildad, el equipo han derrotado a la pasta, en un instante en el que las grilleras se llevaban a un banquero al trullo y los buitres del cemento estaban acorralados. Pero no nos engañemos, todos hablan de equipo y fichan galácticos.

Al día siguiente de la victoria colchonera me invitaron a la tertulia con churros y porras que suele celebrarse en la cafetería de la clínica Cemtro. Allí estaban los médicos que han arreglado tantas bielas a los futbolistas, hinchas duros y Luis Aragonés, el sabio de Hortaleza, inspirador de La Roja que conquistó el mundo. Lo conozco de la época de los garitos y, naturalmente, cree en la potra. «Por primera vez –me dijo– el Atlético tuvo suerte en el Bernabéu».

Los colchoneros aún gritaban «Mou, no te vayas». José María García me explicó que el error de Mou ha sido confundir un club de socios con una sociedad anónima. Cuando escribo me llama un vikingo: «Es un tipejo, un jeta, un faltón, un traductor de Van Gaal, un ególatra que odia a los que se vistieron de corto (a Zidane, a Valdano). Echó al jefe del equipo médico y al cocinero».