La guerra de las Galias

Fue Julio César quien dijo eso de «divide y vencerás». Sardónica resulta la evidencia de que, a la postre, sus enemigos se unieron y lo apuñalaron, pero no es esa burla del destino lo que aquí me importa. Si el dictum fuese cierto, deberíamos llegar a la aristotélica y paradójica conclusión de que, en el campo de batalla, la unión, lejos de hacer la fuerza, conduce a la derrota. Considérelo, señor Rajoy, a la hora de decidir en dos de los muchos frentes que tiene abiertos: el del to be or not to be del pacto de Estado que algunos le reclaman y el de la reforma laboral que, si se hiciese (la que se ha hecho es una pamema), podría levantar diques contra el maremoto del paro. Pactar, cuando se dispone de mayoría absoluta, es un disparate que desvirtúa la esencia de la democracia. Once millones de españoles avalaron en su día al Partido Popular para que gobernase, no para que pastelease. Déjese de negociaciones, señor Rajoy. Para eso ya tenemos de sobra con Bruselas y con la pandilla de inútiles que allí discuten sobre el sexo de los pigs y la disfunción eréctil del Estado de Bienestar mientras las murallas de Europa se derrumban como el pene flácido de la senectud. ¿Pactar la salida de la crisis con los mismos fulleros que la desencadenaron? ¿Jugar al póquer con tahúres que esconden en la bocamanga elpuñal de Bruto para clavárselo al primer descuido en el quinto espacio intercostal? ¡Por favor! Ponga usted sus naipes boca arriba y apueste el plato a ellos sin componendas ni titubeos antes de que el revolcón de las elecciones europeas deje tras de sí un paisaje político similar al de esa escombrera que va a representar al arte español –perdóneseme el oxímoron– en la Bienal de Venecia. Y en cuanto a la reforma… ¡Hale! ¡Todos unidos –el Gobierno, la oposición, la patronal, los sindicatos– en la caritativa tarea de impedir que seis millones de personas empiecen a salir de apuros gracias a la aprobación de ese contrato abierto y único que la sensatez, la Merkel y no sé qué economista húngaro proponen! ¡Por el amor de Dios, señor Rajoy! Apiádese de los parados, rompa la baraja de los tópicos y no cierre filas con quienes prefieren, como aquel personaje de Molière, que el enfermo muera a manos de los principios en vez de sobrevivir contraviniendo la ortodoxia de la corrección científica, digo, política. ¡Sus, y a ello! Gallia est omnis divisa in partes tres…