La gran farsa

La mayor farsa de las últimas semanas ha sido la que ha protagonizado Miquel Roca desde que la Infanta le ha contratado como abogado. En contra de lo que el ex político ha hecho circular, del modo más interesado y falsario, Juan Carlos I no ha participado de ésta ni de ninguna otra elección relacionada con el caso de su yerno y su hija. Si Miquel Roca se ha atrevido a hacerse esta delirante campaña publicitaria es porque sabe que la Casa Real no desmiente nada, salvo cuando Javier Ayuso, jefe de prensa de La Zarzuela, mete la pata.

El recurso para reclamar la desimputación de Cristina no lo redactó Roca, sino Jesús Silva, el más prestigioso abogado penalista de Cataluña. Las aportaciones de Roca al texto, de cariz político, no sólo han sido desestimadas por el juez, sino severamente desmontadas. En el lamentable asunto de Cristina de Borbón y de Iñaki Urdangarin, el Rey no ha intervenido en absolutamente nada, y se ha limitado a pedir respeto y a respetar la independencia judicial. El Monarca es muy consciente de su deber de ejemplaridad y, por ello, ha decidido mantenerse escrupulosamente al margen, especialmente ahora que su hija «preferida» es la afectada.

La elección de Miquel Roca como abogado es tan inoportuna como la de Pascual Vives. Si el problema de Vives ha sido la arrogancia, y no haber sabido manejar a Diego Torres, el problema de Roca es su egoísmo devastador. Se acerca al terreno de lo impresentable que la Infanta se defienda de una imputación por tráfico de influencias recurriendo a un personaje que ha urdido toda clase de influencias y de presiones para figurar, medrar y enriquecerse.

Se podría escribir un libro –oscuro, sin duda– de cómo Roca y el hijo de Jordi Pujol administraron la financiación de Convergencia durante los años dorados del pujolismo; otro libro, ya directamente negro, sobre cómo el hombre pagó las abismales deudas que dejó aquella Operación Reformista, y una enciclopedia de la sordidez por cómo su bufete de abogados fue masivamente contratado por la Generalitat cuando él dejó la política.

Miquel Roca ha vivido siempre del ventajismo y de aprovecharse. Por ello no es de extrañar que sea tan amigo de Narcís Serra. Ahora intenta aprovecharse del Rey y de su imagen, como en su día se aprovechó del dinero de todos los catalanes.

Si la Infanta Cristina cree que se ha puesto en las mejores manos, no puede estar más equivocada. Miquel Roca buscará sólo su lucimiento personal, su parte del beneficio, sin importarle un comino absolutamente nada de todo lo demás. Es así como siempre ha actuado.

Miquel Roca fracasó siempre en la política y nunca ganó nada por su falta de generosidad y su nulo interés por los demás, porque es imposible que nadie pueda llegar a confiar en ti si llevas el cinismo escrito en la cara.

El Rey Juan Carlos no ha intervenido ni intervendrá en los asuntos judiciales que afectan a su familia y, por lo tanto, cualquiera que presuma de una llamada real está faltando a la verdad para aprovecharse.

Que Miquel Roca defienda a alguien de tráfico de influencias es como contratar a Al Capone de asesor cuando te cae una inspección de Hacienda.