La secuestrada

NOS UNIMOS a la querida Europa en un momento malo. El destino se ciscó, desde entonces, en todo el cuerpo desnudo y hermoso que el toro de Zeus secuestraba. No es bueno agregarse a gente con la que durante siglos hemos estado en guerra. La recesión que ahora mismo padecemos, por tontos, se está propagando al Norte: el contagio es fatal, a pesar de que los socios de la eurozona (¿dónde están?) frenan la salida de la crisis. Cómo andaremos todos, que Portugal representa el caso mayor de recuperación del euro (tocar madera al pronunciar en alto la palabra). Finlandia acumula ya dos trimestres a la baja: ella, que tanto alardeaba y largaba contra estados sureños. Francia está hasta las cejas metida en una zona de peligro. (Lo siento, porque es presuntuosa, pero la del campo es buena gente.) Y, por fin, Alemania se estanca y empieza a crecer menos. ¿Qué le vamos a hacer? Habrá que quitarse de encima el peso de la Merkel. Y que se porte como cuando, el pasado siglo, perdía una u otra guerra: humilde, fraternal, arrepentida... Peor estábamos nosotros.