José Tomás: la noche dogmática

Ana Botella dijo que Tomás tomó la alternativa en Madrid cuando en realidad fue en México.Que el gabinete de la alcaldesa no controle los temas sobre los que opina puede sonar a sabotaje.También es mala suerte: en ninguno de los corrillos a los que me dirigí se hablaba de Cristina

La vida tiene esas cosas: cuando más ocupada estás en Messi, va y aparece José Tomás. Según el bolero, no se puede amar a dos personas a la vez y no estar loco, pero científicamente no está probado. El corazón bombea con dos y hasta con tres impulsos simultáneos. Dicen que José Tomas es el Messi de los toros. Puede ser. Ninguno de los dos se ajusta a su prototipo (Messi pegó el estirón a golpes de hormona del crecimiento, y en cuanto a José Tomás, él no ha crecido) pero ambos están tocados por la excelencia y son inclasificables.

Por cuarta vez conquistó José Tomás el premio Paquiro de Toros. Se dice pronto. Ana Botella, que actuó de mandamasa en la ceremonia de entrega, dijo en su discurso que era la quinta, pero el desliz se le perdonó porque iba contaba a favor del homenajeado. Con lo fácil que hubiera sido acordarse de la cuarta dimensión, el cuarto milenio, la cuarta crisis en el Ayuntamiento. Luego dijo que el diestro tomó la alternativa en Madrid cuando en realidad fue en México, y entonces sí rebulló la gente en sus asientos. Que la alcaldesa no tenga inclinaciones taurinas entra dentro de lo previsible. Tampoco las tienen Rouco Varela o el Fiscal General del Estado, y a nadie le extraña. Sin embargo, que el gabinete de la alcaldesa (sección discursos al por mayor) no controle los temas sobre los que opina Ana Botella, puede sonar a sabotaje. Con errores así, no tardará en llegar la quinta crisis (quinta sinfonía, quinto jinete del Apocalipsis). Esto no pasaba con el conde de Mayalde, cuando Madrid era capital emocional de Andalucía y las cuestiones identitarias se dirimían en la plaza.

Quise comentar éstos y otros extremos con Fernando Almansa (presidente de los premios Paquiro), y David Valdenebro (rejoneador e hijo de rejoneador), que estudió bussiness en los USA y ahora susurra a los caballos en inglés de Harvard, pero solo alcancé a balbucear que José Tomás torea en otra liga. Yo me entiendo. Tomás nunca está sujeto a comparación y acapara las opiniones en solitario. A ello no solo contribuye el hecho de que toree poco en España y no conceda entrevistas (yo ni lo intento: a estas alturas me sientan muy mal las calabazas) sino a su actitud desafiante y reconcentrada: le gusta dejarse barba, no es capillitas ni farandulero, está alejado del casticismo y hace una interpretación metafísica y trascendental de la lidia, en plan tragedia griega. Nada que ver con Manzanares (o el citado Luis Valdenebro), bellos ejemplares de la generación de la proteína que han despojado la profesión taurina de vírgenes y demiurgos, acercándola a Dolce Gabbana y a la comida japonesa.

Pasó Juan Pedro Domeq, pasaron los Lozano, Enrique Múgica, Luis Alvarez y Cesar Rincón, Alfonso Guevara, magistrado de la Audiencia Nacional, cuyo peculiar temperamento ha dado lugar a numerosas anécdotas (no hay quien le tosa). Tambien Borja Prado (Endesa) y Borja Domecq (el apellido lo dice todo), el gran Cristóbal Toral, las Segrelles (en plural abultado porque han recuperado al padre). Lucio y su hija Mari CarmenBlázquez, Isabel Vigiola, viuda de Mingote. Y los nombres de la tribu: Pedro J, Anson, Blanca Berasátegui, Zabala de la Serna y por ahí seguido. Empresarios, ganaderos, periodistas, veterinarios. Venerables señores y gente de piñón fijo, como la marquesa Vega de Anzo, que no se pierde un evento taurino. Parece que la estoy viendo en el palco de Las Ventas, al sur de la tarde, con su traje coctel y el bronceado de temporada alta.

También es mala suerte: en ninguno de los corrillos hacia los que dirigí el radar se hablaba de la desimputación de la Infanta. El mundo del toro es una burbuja suspendida en ninguna parte y que se nutre de su propio oxígeno.