Falta la derecha

Lo peor de Rajoy es que no es de derechas. Es una víctima más de la propaganda socialdemócrata y su modo de gobernar se basa en ese complejo de inferioridad de los que se acaban creyendo la falsa superioridad moral de la izquierda.

Rajoy es el continuismo de Zapatero, con el agravante de que nos deja sin esperanza. Cuando gobierna la izquierda, siempre piensas que la derecha lo arreglará. Pero, si la derecha es Rajoy, estamos perdidos en la retórica socialista que empobrece las sociedades. El intervencionismo y la mediocridad son las características de este Gobierno, con la corrupción de fondo como en los peores tiempos de Felipe González, quien, sin embargo, fue un muy buen presidente.

España necesita un auténtico partido de derechas y un presidente, o tal vez presidenta, que crea en las personas y las respete. Un gobierno que entienda que el Estado no es la solución, sino el problema, y que asuma que somos los ciudadanos los que, en busca de nuestra felicidad, usamos nuestro talento, nuestra imaginación y nuestra fuerza para crear riqueza.

Necesitamos un presidente, o seguramente una presidenta, que le tenga más miedo a la pobreza y a la miseria que a perder las próximas elecciones, que tenga más sentido del deber que de la comodidad. Una presidenta que crea más en la libertad que en la estabilidad, más en la justicia que en el equilibrio.

Hay que escribir un libro nuevo. Hay que volver a empezar. Hay que arriesgar. Las diferentes y tan perniciosas formas de socialdemocracia que hasta ahora nos han gobernado nos han destruido la economía y nos han vuelto intrínsecamente malos: Jabois denunciaba en su columna de ayer el amparo justificativo que se le está dando al hombre que ha disparado a dos policías en Italia.

Tenemos que recuperar el bien y el mal y huir del relativismo que quiere borrar la línea que los separa. Tenemos que volver al rigor y a la formalidad, al sentimiento de culpa, a bendecir la mesa y a dar las gracias. De espaldas a la Cruz sólo hemos hallado vacío y desesperación, y una idea del hombre muy devaluada.

En España falta una derecha de misa y orden, de corte individualista y de pecado original. Sin tensión espiritual nos volvemos gandules y pusilánimes. El hombre sin Dios es un producto de supermercado. Carne de fracaso y de exigua dignidad. Basta ver en qué intentan convertirnos, cuando mandan, los socialistas. La economía es el efecto más visible de esta crisis, pero el descuido del alma y la desesperanza son sus causas más profundas y trágicas. Tenemos que volver al Padre Nuestro, a la pasión y a la piedad.

Se reirán de ti, y de mí, porque la izquierda siempre se ríe de todo lo importante, y todo lo banaliza, y todo lo pisotea hasta destrozarlo. Pero, mientras la izquierda se troncha, más de seis millones de parados se preguntan qué ha pasado, echan la culpa siempre a otro y no saben cómo reaccionar. Mientras la izquierda se desternilla, un mundo sin luz ni alegría desprecia la vida y renuncia al deber de vivir de pie y sin quejarse.

Hay que volver a vivir fuerte. Recuperar el sentido, retomar el destino. Falta una derecha que crea que el hombre es maravilloso e infinito.