Percebes y salmones

Lo escribió un poeta alemán en la República de Weymar: los que llevan a la nación al abismo afirman que gobernar es muy difícil. Éstos de ahora, mientras nos meten la mano en los bolsillos, nos dicen que perdamos toda esperanza, asolando el adagio según el cual era imposible gobernar peor que Zapatero. «Lo peor no es que el número de parados se aproxime al de la Alemania de la ascensión de Hitler, lo peor es que el Gobierno parece noqueado y más mentiroso que el primer manzano», me comenta un economista. Aquel Mariano Rajoy que describió Manuel Vázquez Montalbán como un bebé sonriente y barbado, nacido de la placenta aznarista, parece hoy un peregrino huido por el camino buscando un albergue donde esconderse.

Julio Anguita llama a no pagar la deuda olvidando que las deudas han provocado guerras mundiales y han convertido a los ciudadanos en esclavos. El grito surge cuando parece que la legislatura se ha agotado en 16 meses. Se masca el colapso y tal vez por esa razón Lamo de Espinosa, uno de los hombres del centro y de la Transición, dice que el Rey es el único que puede pilotar otro cambio. Si Su Majestad se recupera del chasis le pedirán que no se deje engañar por una jubilación anticipada y que tenga la generosidad de su bisabuelo Alfonso XII, que tuvo que prescindir de La Bondina y aguantar a María Cristina. Los Borbones las prefieren rubias, pero a los 75 en la sombra es buen momento para sentar la cabeza.

La primera vez que fui a un comedor social sentí tanta vergüenza que tuve que desaparecer, le cuentan a Rosa María Artal. «Muchos preferían morir de hambre antes de pasar vergüenza». Ya dijo Valle-Inclán que sólo creía en las ideas que se podían dibujar. Artal ha publicado Salmones contra percebes, un análisis lúcido de los días peligrosos que vivimos, donde las metáforas son dibujos vivos.

La reportera de TV explica que hay dos formas de afrontar la catástrofe: luchando contra corriente como un salón o quedarse amarrado a la roca. El salmón levanta la cabeza y aguanta la mirada; los percebes, la masa, la audiencia, adoran a los ídolos de la mayoría, aplauden en el plató cuando el animador lo sugiere ante un político de su agrado aunque diga una cosa y la contraria. El salmón huye de la rutina, le espantan los tópicos, es más creativo, más osado.

«La mayoría de los políticos utiliza la estrategia del percebe». En esta irónica metáfora, la nueva fábula de la cigarra y la hormiga con cierto moralismo de izquierdas, dice la autora que entre los periodistas prolifera el espíritu salmón porque siempre andan hurgando en la grava y buscando en las cloacas.