Ucronía

NO SE PUEDE decir que el PP ande escaso de antagonistas, tanto dentro como fuera del perímetro institucional. Aun así, se le empieza a notar cierta resistencia a dejar de vivir contra Zapatero. El ex acaba de tener una fugaz reaparación en los mentideros por su implicación en alguna intriga sucesoria dentro del PSOE, pero es un personaje que la sociedad española quiso extirparse de la memoria cuanto antes por motivos terapéuticos. Si no fuera por el PP, pasarían semanas enteras sin que nadie pronunciara su nombre. A Zapatero lo mantiene vigente la utilidad que el Gobierno ve en él como recurso expiatorio.

Sin embargo, la legislatura está demasiado avanzada ya para seguir atribuyendo por completo a «la herencia recibida» tanto las promesas traicionadas como las tendencias económicas perniciosas, tan difíciles de enderezar. El PP no sólo ha perdido su primer impulso, sino que ha sembrado un desaliento mayor porque su convocatoria al sufrimiento colectivo desemboca una y otra vez en la melancolía que Ortega relacionaba con los esfuerzos inútiles. Este viernes, el Consejo de Ministros nos va a refundar el país, por cuarta o quinta vez desde la investidura, es decir, que toca un pico de euforia en la ciclotimia antes de sucumbir a la siguiente frustración contable. Ahí es donde Zapatero se hace necesario: en cada desengaño.

Para sustituir el automatismo ya gastado de «la herencia recibida», la propaganda del PP está ensayando otro que a mí me remite a las lecturas juveniles de Philip K. Dick: el de la ucronía apocalíptica. Estamos mal, sí, pero, ¿qué habría pasado si hubiera seguido gobernando Zapatero? En realidad, son preguntas que nos hacemos y de las que salen novelas. ¿Qué habría pasado si hubiera ganado Hitler? ¿Si no hubieran asesinado a Julio César? ¿Si los aztecas hubieran descubierto Europa? ¿Si Cardeñosa llega a marcar su gol? ¿Qué país sería hoy España si no hubieran estallado unas bombas en marzo de 2004? Preguntas, digo, que son todas pertinentes y hasta entretenidas para mantener una conversación. Pero estamos demasiado abrumados por lo que pasa como para consolarnos con lo que podría haber pasado. Gobiernen ustedes, y apechuguen, no nos distraigan con la versión ucrónica de Zetapé, que bastante tuvimos con la histórica.