La nueva vieja Europa

Los españoles siempre acabamos emigrando a Alemania. Hemos progresado, claro que sí. Antes subíamos a un tren con un billete de tercera y arrastrando una maleta de cartón atada con cuerdas. Ahora, aunque sea low cost, tomamos un avión tirando de una plateada Samsonite con ruedas. Antes enviábamos peones y ahora mandamos ingenieros. Alemania nos sigue necesitando como mano de obra o como cerebritos. Pero continúa reclamándonos desde una posición de fuerza y mando.

Alemania es la jefa de Europa. Y su eje. Y su núcleo. Y su azote. Se ha pasado la vida construyéndola, destruyéndola y reconstruyéndola. La nueva Europa es hoy la vieja Europa. La Europa de siempre articulada alrededor de Alemania. Los emigrantes españoles iban a ver cómo el Real Madrid les mojaba la oreja a los salchicheros para presumir al día siguiente en la fábrica o en la obra y pensar por unas horas que los amos eran ellos y no los patrones.

Hoy el Madrid, al igual que en los años 60, vuelve a acudir al rescate sentimental de los emigrantes españoles, que ven en el equipo el artífice de una venganza contra su forzosa trashumancia laboral.

Hemos progresado. Y tanto que sí. Bernabéu era un cazurro manchego que amarraba al muelle en Santa Pola una barquita minúscula. Florentino es un cosmopolita madrileño que atraca en Palma un yate interminable. El Real Madrid actual es como el de antes: un motivo de orgullo y revancha para nuestros trabajadores desterrados a un país que quizás ya no nos acompleja, pero que nos sigue dominando.

Un Madrid de España y Portugal, las dos naciones más sometidas a las órdenes económicas merkelianas. Un Madrid, pues, doblemente reivindicativo. Con algún que otro alemán en sus filas, lo que provoca alguna esquizofrenia. En los 60 no había todavía alemanes en Chamartín. Llegaron (Netzer, Breitner, Stielike) en los 70 cuando ya los españolitos no eran tan pobres ni emigraban tanto.

El Barça carece de históricos contenciosos emocionales con Alemania. Cataluña era la Alemania española. Había más andaluces en Cornellá que en Berlín. Así que Rosell y Vilanova viajarán a Múnich sólo para jugar al fútbol. Florentino y Mourinho lo harán a Dortmund para, además, desde la opulencia, hacer patria común. Hijos prósperos ambos de un Sur arrodillado.