La hora de la Justicia

Hay ahora mismo tantos asuntos en manos de los jueces que se puede afirmar que de sus sentencias depende el tipo de país que va a ser España de manera inmediata (y sin necesidad de reforma constitucional). Como dice un destacado jurista, es la hora de la Justicia.

Una sentencia europea ha cuestionado el procedimiento de ejecución hipotecaria, que considera incompatible con la protección al consumidor. Otra del Supremo ha anulado las cláusulas suelo de las hipotecas cuando han sido introducidas de forma poco transparente. También hay casos de ciudadanos que han ganado juicios porque se les vendieron obligaciones preferentes sin saber lo que eran.

Además, en manos de la Justicia están cuestiones como las retribuciones de los directivos de las cajas de ahorro ruinosas. Y el caso Bankia que enloda al ex vicepresidente Rodrigo Rato y al ex gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez. Y de una sentencia del Supremo se sigue la eventual inhabilitación de Alfredo Saénz, mandamás del Banco Santander. También en manos de la Justicia están los casos de corrupción que han alarmado a la opinión pública y que afectan al partido que nos gobierna, a la Monarquía, a la Junta de Andalucía y a la familia Pujol, por no citar los asuntos del ex ministro José Blanco.

La Justicia no opera en un compartimento aséptico. Los jueces son ciudadanos que también sufren la crisis. Y están cabreados con los anuncios del ministro Gallardón, aunque su irritación viene de lejos ante la falta de medios que desnudó graves errores del sistema, como los acaecidos con la niña Mariluz.

Pero hay dos momentos en que esa irritación ha desbordado los cauces de la normalidad. Uno fue cuando el CGPJ terció en el asunto de los desahucios, con un informe elaborado con datos insuficientes y cuestionables. Otro, ayer y anteayer, cuando su portavoz, Gabriela Bravo, insistió en calificar de «positiva» la ley de expropiaciones andaluza, pese a que dijo desconocer si tiene «encaje legal» en nuestro sistema. Es lógico que los jueces no quieran ser «los malos de la película», pero el problema es que esto no es una película, es la convivencia racional la que ellos deben garantizar.

Normalmente, el ciclo judicial y el económico marchaban descoordinados. La tardanza del sistema hacía que los delitos económicos de gran renombre se zanjaran en frío muchos años después, cuando ya estaban casi olvidados. Pero la crisis ha sido tan larga que el ciclo judicial ha alcanzado al económico. Por eso es tan importante la Justicia. Afortunadamente aún es así, porque a la vista del sesgo ideológico que muestran los decretos que se aprueban en Andalucía, no sería raro que cualquier día se erija un tribunal popular en la plaza mayor.

john.muller@elmundo.es