Amistades

¿PUEDE un presidente de la Xunta ser íntimo de un capo? Naturalmente. Si son amigos de la infancia, el capo no le dirá al presidente nada que pueda comprometer a su amigo y el presidente se cuidará de evitar detalles de su gestión que conviertan al capo en cómplice, yo qué sé, del copago. El de la amistad no es un asunto que se pueda arreglar en términos de honorabilidad de puertas afuera ni la política es como la monarquía, que debes renunciar a la corona para casarte con una americana celosa de Marilyn Monroe. Un amigo no se deja nunca salvo que te robe el dinero o la mujer, y eso depende de la mujer. La comparecencia de Feijóo de ayer fue un desastre por muchos motivos, el mayor de todos abjurar de Dorado. Efectivamente no es un amigo de la infancia y cuando lo conoció sabía a qué se dedicaba (Feijóo es demasiado inteligente para alegar ingenuidad), pero ya pillado pudo haber dicho que más allá de sus sospechas él su vida privada la gestiona como le parece; quizá Dorado sea un tío seductor, desprendido y un pedazo de pan. Tener un amigo delincuente a veces sólo depende del delito. Y en España, del Rey para abajo, todo el mundo tiene uno; la cosa es no exhibirlo. Feijóo pudo haber aprovechado la ocasión para buscar una coartada que se pareciese a la verdad: le cayó bien y estaba cómodo con él, se gustaron rápidamente y el político prefirió pasar por alto sus miedos públicos; no dudo de que le atrajesen también sus millones, pues no veo a Feijóo yendo a esquiar con un camarero. Tampoco lo dejó cuando se enteró, porque Dorado llevaba en los periódicos desde el 90, sino cuando se oficializó su reputación, lo cual dice mucho del político y poco del amigo. ¿Rompió Quintana su amistad con el empresario Jacinto Rey cuando unas fotos sirvieron a Feijóo para pedir su dimisión? No. Porque las fotos son sólo eso, fotos. Eso sí: perdió las elecciones.