El Principio de Incertidumbre

La selección se ha instalado en el Principio de Incertidumbre después de haberse movido en el de Certeza. Ahora no es cuestión de reconocer que, en deporte, puede producirse cualquier resultado. No se trata tanto de eso como de encontrarse el equipo en una situación ambigua a la que ha llegado a causa del desgaste inherente a toda actividad caracterizada por la frecuencia de invocación y uso.

Toda esa ingente suma de internacionalidades centenarias y cifras que se les van aproximando aceleradamente indica, por un lado, la capacidad de un grupo de notables de mantener durante largo tiempo un elevado grado de competitividad. Y, por otro, la inevitable caída en una colección de tics no siempre fructíferos en su reiteración. Un método eficaz pero previsible.

Todos saben cómo juega España, cuyas posibilidades de ofrecer otras variantes son altas pero, también, reconocibles. Y ninguna como la unión ilusionada de un núcleo de superdotados a la conquista de supremos objetivos. Conseguidos éstos, un cierto cansancio psicológico, tal vez inconsciente, empieza a luchar, mientras coexiste con ellas, contra unas ambiciones aún no colmadas pero ya satisfechas.

El equipo envejece en su conjunto. Sus componentes de más edad permanecen en la cumbre, y desde esa atalaya se les reconoce su plena aptitud para aguantar en ella. Pero ninguno va a ser mejor de lo que fue, de lo que es. La introducción paulatina de piezas de recambio en el engranaje general se revela inevitable, pero también podría ser insuficiente para reemplazar a las originales, de una calidad difícilmente repetible.

La selección sigue siendo una garantía. Pero ya no de infalibilidad o algo muy parecido, sino de virtudes relacionadas con los índices de supervivencia en la cima. Nada se ha perdido, pero todo se ve amenazado. España ya no persigue la gloria. Trata de conducirla, de asegurarla. Si lo logra, será apelando a la insistencia tanto como a la creatividad. De pronto se encuentra, entre el viernes y el martes, en una especie de no man´s land. En un presente equidistante de un pasado lleno de certidumbres y un futuro sembrado de dudas.

Vicente del Bosque lo sabe y anda ahora devanándose los sesos para tomar medidas que prolonguen ese pasado. Confiemos en él. Maxima debetur marquesum reverentia. Al marqués se le debe el máximo respeto.