Visita del CIO 2013

CADA CIERTO tiempo llega a Madrid una delegación del CIO para ver la ciudad, visitar sus instalaciones y hacerse querer durante unos días. Ésta de ahora es la tercera edición de la visita del CIO tras las anteriores de 2005 y 2009, todas solventadas con inmejorable nota. Ocurre cada cuatro años y constituye toda una tradición madrileña, de tal manera que pronto será fiesta regional. Los extranjeros saludan a las glorias locales, se reúnen con las autoridades y sus impresiones son siempre muy generosas. Hay un momento muy importante que se produce cuando el presidente de la comisión evaluadora dice: «Esta candidatura ha aprendido de la anterior». Los Juegos son la excusa para enseñar la casa a alguien de fuera y que nos diga que está cada vez mejor, hasta que se llegue a un nivel en el que se deslice trágicamente: «Aquí imposible porque todo lo que sea tocar este paraíso es joderlo». Se trata de un espectáculo que empieza a arraigarse y no hay que desmerecer de ningún modo. Con el tiempo no recordaremos ya a qué vienen; eso se debe a que, francamente, lo bonito es la visita. El ir y venir de expectativas y rumores, la exposición de logros, las ganas de que todo esté limpio y en orden y la ola de optimismo que envuelve el país durante estos días es lo sustancial de los Juegos, el verdadero espíritu olímpico. Miguel Noguera cuenta que viendo a Lobatón en La Noria le pareció que hablaba con tanta emoción de los dispositivos de búsqueda, los familiares de los desaparecidos y el arrinconamiento de pistas que parecía a punto de concluir: «Lo de menos era ya que apareciese alguien». Eso pasa con las visitas del CIO, que insiste en darle dimensión geoestratégica a todo que nos hace gracia, pues a estas alturas lo único que queremos es invitarles a camarones y que recomienden Madrid en la ciudad que vayan a elegir como sede.