Un saludo fascista

UN FUTBOLISTA griego de 20 años ha sido excluido para siempre de su selección por hacer el saludo fascista tras marcar un gol. El jugador se apresuró a declarar que aborrece el fascismo, que no sabe el significado de lo que hizo y su entrenador, que se lo encontró llorando en el vestuario, matizó que el chico no entiende nada de política. Como dijo el jefe Wiggum de su hijo, no sabe dónde va el mundo cuando le bajan la persiana. El joven dice haber visto en alguna parte ese saludo (juega al fútbol: sólo tiene que mirar hacia la grada) y decidió imitarlo. Discutible versión, pero no hay pruebas claras de que no sea tonto. Es arriesgado tener 20 años. Miro atrás y no me veo a esa edad sino con verdadera repugnancia. Mucho antes, en el colegio, los niños del edificio nos prestábamos los libros de texto según íbamos pasando de curso. Un año se presentó en casa una amiga de mi madre para devolvernos el de Lengua: estaba lleno de esvásticas. Mi madre me miró de arriba abajo como si me buscase el pelo rapado en alguna parte, pues fui niño agitanado, greñudo y malva. Se habían juntado la ignorancia, el fútbol y también que yo era bastante gilipollas, una enfermedad que en modo alguno mitigo con la edad, si bien la disfrazo más torpemente. Embelesado por los ultras del Madrid, pensé que aquellos símbolos suponían una exaltación visceral y terrible de nuestra pasión. No me castigaron de por vida sin volver al colegio, pero tampoco se notó mucho. Este griego, si fuera fascista, se hubiera cuidado en sus apreciaciones tras el partido. Más bien parece un pobre atolondrado que ofende a millones de personas sin voluntad de pretender un nuevo Reich. La sanción es desproporcionada. Nunca es tarde para aprender un mínimo de Historia, aun a costa de un ejemplar ridículo. Como que sigan cuchicheando a tus espaldas cuando vas a visitar a tus padres.