Jarnés, moderno sacrificado

Benjamín Jarnés (1888-1949) fue -unos años- el prosista más moderno de su generación renovadora, el que llevó al súmmum las teorías estéticas de Ortega. Y lo curioso es que este moderno aragonés, hijo de una familia muy numerosa, tuvo que educarse en un seminario, por problemas económicos familiares, y luego fue militar. Cosas que en la España de su época tenían poco o nada que ver con modernidad. Pero cuando publicó, por ejemplo, en 1929, Locura y muerte de Nadie, no pudo caber duda alguna de que era el prosista perfecto y cuidado de la deshumanización orteguiana. Y esos años, los últimos de la dictadura de Primo y los primeros de la República, son los que ven el éxito máximo de su obra y (según muchos) sus obras mejores, como Teoría del Zumbel, Viviana y Merlín o Lo rojo y lo azul, homenaje a Stendhal. Pero Jarnés, hombre tan abierto como moderado, fue un escritor muy prolífico, que además de novelas y prensa se bregó en la biografía, llegando a publicar, en México, la primera sobre el recién suicidado Stefan Zweig, cumbre apagada (1942).

El drama de Jarnés y no poco olvido de su calidad y singularidad como escritor, vino con la guerra civil y el exilio, pasando por los campos de concentración franceses, más humillantes para muchos intelectuales españoles (Jarnés mismo) que habían sido francófilos. Como militar que era, Benjamín fue siempre leal a la República, que era el poder legal. Pero ni le gustaba el fascismo chulesco ni la furia marxista. En fín, Benjamín Jarnés fue un burgués liberal, lo peor (enemigo de ambos bandos) que se podía ser en aquella hora trágica de España. Se exilió en México, como tantos y allí estuvo casi nueve años, trabajando sin cesar, siempre entre apuros económicos -esta muletilla tan nuestra- hasta que una arterioesclerosis que no le permitía hacer nada lo devolvió a Madrid, a su vieja casa, sólo para morir -olvidado, silenciado- en agosto de 1949, con 60 años. Pero entre su vasta producción mexicana y aunque muchos decían que su tiempo estético ya había pasado, está Venus dinámica (1943) una novela de compleja y rica estructura que acaba de reeditar Renacimiento, con prólogo de Juan Herrero Senés y Domingo Ródenas de Moya. Entre otras muchas cosas, tal vez la mujer moderna de la novela sea el amor apasionado que Benjamín tuvo en México, una admiradora divorciada de un norteamericano y que él celaba con iniciales casi jesuíticas, A. M. L. G. que cierran el libro: Ad Maiorem Lucilae Gloriam, para mayor gloria de Lucila, su real Lucila Baillet, que no le hizo abandonar a su siempre fiel Gregoria.

El caso de Benjamín Jarnés (aunque recuperado) es uno de tantos casos tristes de nuestras letras y nuestra mala cultura lectora: un autor importante, exquisito prosista, alto escritor, que por un juego -a ratos malintencionado- de modas, y por no ser de extrema izquierda o de derecha extrema, sufre el riesgo de quedar en el limbo. Una desdicha: la de toda la amplia tercera España que tenemos que montar y defender.