El incontenible despilfarro de la Generalidad catalana

CAROD-ROVIRA, el gentil político coronado de espinas, se entregó con admirable tenacidad a los viajes gratis total, al gran turismo internacional y a la creación de «embajadas» catalanas en países extranjeros. Son ya 23 las que sufraga la Generalidad con el dinero de los contribuyentes. No se crearon esas embajadas para defender los intereses de Cataluña sino para colocar en ellas a los parientes, amiguetes y paniaguados de los partidos políticos.

Nadie sabe bien, como ha explicado Susana Alcelay y María Jesús Pérez en un excelente reportaje, en qué consiste ACA, empresa dedicada a la planificación integral del agua, en la que trabajan 620 personas. Hace un par de años su deuda se cifraba en 1.400 millones de euros. Solo en informes para la reorganización interna de la desmesura que es ACA, sus dirigentes gastaron 200.000 euros.

En TVC, la televisión pública catalana, trabajan 1.800 personas, más que la suma de Antena 3, Telecinco, la Cuatro y la Sexta. Cerca de 300 millones de euros debe aportar la Generalidad para taponar el agujero de TVC.

Los consejos comarcales están considerados por muchos como creaciones artificiales para colocar en ellos a los enchufados de los partidos. Son ya 41 y cuentan con 1.050 consejeros. Afirmar que trabajan como negros sería gravemente calumnioso. A la Generalidad le cuesta 556 millones de euros pagar la camelancia de los consejos comarcales, 556 millones recaudados a través de los impuestos casi confiscatorios con que se sangra a los ciudadanos.

El Gobierno catalán gestiona, según los datos de Alcelay y Pérez, 459 entes públicos, entre los que destacan un centenar de empresas que acumulan una deuda de 6.184 millones de euros. Tanto CiU como el Tripartito se dedicaron frenéticamente a fundar empresas públicas innecesarias con el fin de colocar en ellas a sus paniaguados.

Cataluña no es un caso aparte sino un botón de muestra. Salvo alguna aislada excepción, los partidos políticos han aprovechado las Administraciones autonómicas y los municipios para despilfarrar el dinero público y para convertir en negocio lo que debería ser atención al ciudadano. Pero ese ciudadano medio, al que se trata como a un pardillo, tiene conciencia de la tropelía y ha reaccionado instalando a los partidos políticos en el tercero de los diez graves problemas que abruman a los españoles. A nuestros dirigentes públicos, sin embargo, no se les cae la cara de vergüenza. En cuanto escampa el chaparrón de las denuncias en los medios de comunicación continúan con todo cinismo la política del despilfarro, que ha convertido a los partidos políticos en suculentos negocios y en dadivosas agencias de colocación. Apenas hay tapujos o veladuras en su actividad. El «Felipe, colócanos a todos» de una antigua portada del ABC verdadero se ha transformado en práctica generalizada, para indignación de la ciudadanía.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.